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El sueño estaba a 2.400 kilómetros

Un joven de 15 años atraviesa en bicicleta Brasil para intentar jugar en el Flamengo y conocer a su ídolo Romario

Juan Arias

Con 15 años recién cumplidos, Washington Luis Leão Costa Filho decidió intentar el sueño de su vida: jugar en el Flamengo, el equipo de Río de Janeiro que siempre adoró, y poder saludar a su ídolo, Romario. Pero su ambición suponía recorrer 2.400 kilómetros entre su pequeño pueblo, Formoso de Araguaia, y Río, una distancia equivalente a la que separa Madrid de Oslo. Pero el chico estaba dispuesto a cruzar todo Brasil, desde el Estado de Tocantins, en el norte pobre del país, hasta la gran metrópoli. El problema: no tenía un real en el bolsillo.Llevaba alimentando su anhelo desde los siete años, cuando juró a sus padres, humildes trabajadores del campo, que iba a ser jugador. La familia le dejó hacer, pero lo único que no le permitió fue abandonar los estudios. Cumplidos los 15 años, emprendió su aventura: sin avisar a nadie, el 14 de junio tomó su bicicleta y salió rumbo a Río, adonde llegó el viernes pasado tras casi cinco meses de peripecias dignas de un relato de Emilio Salgari o Julio Verne.

Alcanzó el Mato Grosso en bicicleta, desviándose notablemente del camino. En esta inmensa región del interior de Brasil se puso a trabajar en la recogida del plátano para poder reunir el dinero suficiente que le permitiera llegar a Río en autobús. Antes de conseguir sustento, tuvo que robar fruta para sobrevivir en condiciones extremas. Reunió 28.000 pesetas, y le quedaban 3.500 en el bolsillo cuando alcanzó su meta.

Durante cinco meses, los padres de Washington le buscaron desesperadamente. El muchacho no podía ponerse en contacto con ellos, ya que la familia no dispone de teléfono. Su angustia fue mayor cuando un indio aseguró haberle visto a los pocos días de su desaparición pasar en bicicleta junto a una manada de bueyes por la selva del Bananal, donde abundan los onzas, felinos peligrosos como el tigre.

Ya en Río, Washington se dirigió al Club de Regatas del Flamengo, en el barrio de Gávea, la zona noble de la ciudad, donde asistió a un entrenamiento del equipo de sus sueños y pudo ver de cerca a los jugadores. Pero, cuando se aproximó a su ídolo, Romario no le hizo el menor caso.

No se arredró. Arrancó unas briznas de hierba del suelo, se las llevó a los labios para besarlas y después se hizo con ellas la señal de la cruz. Y desde allí quiso enviar un mensaje a su novia -"I love you"-, de quien no quiso revelar el nombre "para que no la mareen", dijo.

Localizado por la policía metropolitana, ésta lo condujo a un centro de acogida para menores. Enterado del caso, el periódico O Dia se puso en contacto con él, consiguió localizar a los padres y avisó al presidente del Flamengo, Edmundo Silva, quien ya ha convocado al muchacho para hacerle una prueba esta misma semana, a pesar de que la selección no empieza hasta enero. "Un muchacho que recorre 2.400 kilómetros durante cinco meses tiene derecho a que se le atienda enseguida", comentó Silva, que ha asegurado que, si el chico demuestra tener cualidades, será incluido en la categoría juvenil B del equipo. Recibida la noticia, Washington se echó a llorar.

Pero aquí no acaba la fortuna del joven. Heron Grey, dueño de una empresa de material de deportes en Estados Unidos, le ha ofrecido su protección, conmovido por su historia: "Si el Flamengo no te apoya, cuenta conmigo", le dijo dándole su dirección.

El chaval ya ha aparecido en los periódicos con la camiseta rojinegra del Flamengo y con la cabeza pelada como su compatriota Romario. Su padre confiesa ahora que siempre tuvo esperanza de que no le iba a pasar nada, porque "siempre le echó valor a la vida".

Ante la ausencia de televisor en casa, Washington se marchaba desde niño a casa de una tía a disfrutar de los partidos del Flamengo. Jugaba en todos los equipos locales con el beneplácito de los expertos, para quienes el muchacho apunta excelentes maneras. Vivía para jugar al fútbol y soñar con el Flamengo. Pero no fue un atolondrado: Washington nunca dejó la escuela.

Es probable que el pequeño héroe brasileño consiga su propósito. Los técnicos del Flamengo se han enamorado del desparpajo del muchacho, feliz por haber cumplido un objetivo aparentemente inalcanzable.

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