Vallecas hace memoria
Una asociación cultural recopila testimonios de la historia del barrio
Pocos vallecanos han oído hablar de la maquinilla, un tranvía de vapor que hasta los años treinta enlazaba las canteras de yeso de Vallecas Villa con el vecindario de Pacífico. Tampoco son muchos los que saben que, durante los años sesenta, en la zona chabolista de Palomeras, ante la falta de escuelas, los niños recibían clases en las cocinas de amas de casa que cobraban seis pesetas semanales. Y no resultan extraños los gestos de estupor cuando se pregunta quién fue Amós Acero, al que está dedicado un parque, o por qué existe una calle en el Pozo del Tío Raimundo con el nombre de Cooperativa Eléctrica.La asociación Vallecas Todo Cultura ha intentado paliar esta falta de memoria histórica recopilando testimonios sobre la zona, que se presentaron los días 22 y 23 de octubre en el centro social de Palomeras Bajas en las Primeras Jornadas de recuperación oral de la historia de Vallecas. En ellas han participado entidades ciudadanas y vecinos con sus recuerdos.
En el Pozo del Tío Raimundo hay dos calles peculiares, una dedicada a un habitante del barrio, que aún vive en él, y otra a una cooperativa eléctrica. La primera es la del Lele del Pozo, en homenaje al Lele, un discapacitado convertido en uno de los personajes más queridos de este vecindario. La segunda celebra la creación de una cooperativa eléctrica que suministra a la barriada corriente mucho más barata que las grandes compañías.
Éstas y otras curiosidades sobre las calles de los distritos de Puente y Villa de Vallecas han sido recogidas por José Molina, presidente de la asociación de vecinos de Palomeras Sureste. Molina recuerda que Amós Acero fue el primer alcalde democrático de Vallecas en las elecciones de 1931, fusilado al finalizar la guerra civil.
Los alumnos de la escuela de adultos de Vallecas Villa han ahondado en el pasado. Cuentan que, según una leyenda, el nombre de Vallecas viene de "valle del Kas", siendo Kas un rico musulmán, que, antes de ser expulsado, poseía ganados y cultivos en la zona.
Los épicos años sesenta y setenta, con las luchas vecinales por la vivienda digna, por las escuelas, el agua corriente y la luz en las calles, quedan más cercanos. Pero también son ignorados por los más jóvenes, aunque muchos de sus padres y abuelos participaron en las manifestaciones que hicieron posible el plan de remodelación que acabó con 38.000 casas en mal estado.
A aquellos que conocieron los años de barro y privaciones se dedican también algunos testimonios. Como el de Rosario, que relató su experiencia, plasmada en un libro, a la Escuela Popular de Adultos Los Pinos de San Agustín. "Yo llegué a Palomeras en el año 53. Empezamos a hacer las casitas bajas, tan sólo una habitación y una cocina, y no teníamos servicios, ni luz, ni retrete, ni nada. Pasado el tiempo, pues viví en las casitas bajas 12 años, juntamos algunos ahorrillos y nos vinimos a los pisos. A mí me pereció una maravilla podernos bañar sin tener que poner el barreño al sol. Y sobre todo abrir el grifo. Era una gozada, aunque no teníamos luz en las calles, no teníamos colegios ni iglesias. La única comunicación eran unas camionetas que venían desde el Puente de Vallecas, en las que nos traían como sardinas en lata".
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