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Indignidad

Antonio Elorza

Partimos de considerar indigno todo comportamiento impropio, por abyecto, de la calidad del sujeto individual o colectivo que lo pone en práctica. Tal es el caso del presidente francés, Jacques Chirac, exhibiendo el mérito de haber vendido unos cuantos aerobuses a China a cambio de haber ofrecido una recepción principesca al presidente de uno de los regímenes que encabezan a escala mundial la violación sistemática de los derechos humanos. Lo es también, en un sentido muy próximo, el de nuestro ministro de Asuntos Exteriores, que en el tema de la extradición solicitada a Pinochet confunde una y otra vez la estimable voluntad de mantener buenas relaciones con la inclinación servil, visiblemente por la prioridad dada a las inversiones, ante las bravatas y los desplantes de un Gobierno chileno que un día y otro prueba el grado de dependencia respecto de la institución que protagonizara el 11 de septiembre de 1973. Los asesinados españoles en el tiempo que siguió al golpe militar, despreciados por las autoridades chilenas cuando alguien intentó buscar responsabilidades, no cuentan a la hora de emitir un comunicado de respuesta o de adoptar una posición. Ante Chile, con el impagable respaldo de un Felipe González convertido para este punto en teórico de la neocolonización, la dignidad no ha existido. Y lo peor está aún por venir.Pero hay casos más graves. Unos simbólicos, como el del siniestro general en jefe indonesio, convertido voluntariamente en cantor del asesinato en curso de miles de timorenses cuando le preguntaron por sus sentimientos ante lo que estaban haciendo los paramilitares protegidos por Yakarta. El Feelings entonado por Wiranto tiene asegurado un lugar en las páginas negras de la simbología del siglo. Otros reales, demasiado reales, como todo lo que gira en torno a la nueva guerra de Chechenia. Con razón, los crímenes contra la humanidad en Kosovo suscitaron una intervención internacional, sumamente discutible en la forma jurídica y política, pero con un fondo diáfano. En cambio, la barbarie rusa en Chechenia no conmueve a nadie, ni a Clinton, ni a los Gobiernos de la Unión Europea, ni a Kofi Annan, ni a los intelectuales, tan propicios a adoptar gestos de autolegitimación.

Por supuesto, Julio Anguita y sus seguidores no dan señales de existir al respecto: Chechenia no es la hermana Serbia de Milosevic. La solidaridad se reserva ahora en el caso de Anguita para hacer cuestaciones en favor de magistrados a quienes la justicia ha condenado por prevaricación. Una vez cometida la indignidad política de impedir con su escisión y su candidatura el triunfo de la izquierda en Cataluña, llega la indignidad moral e intelectual al encarar la condena del juez Gómez de Liaño sin el menor análisis ni respeto hacia una institución como el Tribunal Supremo, pero, eso sí, con una descalificación simple y un alineamiento visceral. Actitud explicable únicamente por el espíritu de venganza frente a quienes descubren su condición de organizador de desastres políticos.

El último, y no el menos importante, es su participación subalterna, pero como aval no nacionalista, en la coalición de Lizarra. IU aquí nada pinta, salvo como florero, pero no deja pasar cada ocasión de servir de eco a los planteamientos abertzales. Que la policía francesa detiene a una etarra en un control rutinario de carretera, ahí tenemos al PNV, a EA y al propio Ibarretxe lamentando ese nuevo obstáculo puesto por "Madrid" al proceso de paz. Y, de inmediato, Anguita filosofa y Alcaraz dictamina en el mismo sentido. Claro que en este terreno la palma de la indignidad corresponde a aquel partido político que, día a día, se sirve de la coacción sostenida desde la amenaza del terror para erosionar el mismo sistema que gobierna y practica constantemente el chantaje de que no abrir las puertas a la destrucción del orden constitucional y estatutario equivale a propiciar la vuelta del terror que ejercerían sus mismos socios. Es la vieja historia del policía "bueno" que apoya su interrogatorio en la amenaza de dejar el sitio libre a su colega dispuesto a emplear la tortura. PNV de un lado, EH-ETA de otro, están jugando a la perfección los respectivos papeles al ver fracasadas sus iniciativas políticas durante el último año.

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