Los niños también sufren ansiedad
Un diagnóstico precoz y un tratamiento adecuado, claves para que la enfermedad se cure pronto y no se haga crónica
De un diagnóstico lo más precoz posible y de un adecuado tratamiento depende que los trastornos de ansiedad en la infancia se curen pronto o, por el contrario, sean recurrentes e incluso se cronifiquen. La ansiedad, que además de ser un componente de numerosas enfermedades mentales también es en sí misma una patología, a menudo no se diagnostica fácilmente, según María Jesús Mardomingo, jefa de Psiquiatría Infantil del hospital Gregorio Marañón de Madrid y presidenta de las III Jornadas de Psiquiatría del Niño y del Adolescente, celebradas el pasado fin de semana en Madrid.Los trastornos de ansiedad, afirma Mardomingo, tienden a minimizarse porque "los síntomas no suelen ser muy claros, los padres no saben interpretar qué le pasa al niño y sigue habiendo muchos prejuicios para llevar al pequeño al psiquiatra".
Según la especialista, los síntomas tienden a somatizarse, por lo que los padres deben estar alerta ante quejas o expresiones de los pequeños como dolor abdominal, náuseas, vómitos, cefaleas, palpitaciones, sudoración, temblor, mareos y llanto al separarse de la madre.
"Estos síntomas", explica, "suelen presentarse con bastante frecuencia al separarse el niño de la madre o al ir al colegio". En este segundo caso, añade la doctora, "muy a menudo el niño empieza a inquietarse por las mañanas de lunes a viernes y los domingos por la tarde. Desde los 5 años hasta los 14, los procesos de ansiedad más frecuentes son por separación y por fobia escolar.
Cuanto más precoz sea el diagnóstico y cuanto antes se instaure un tratamiento, mejor evolucionará el problema, según advierte Mardomingo, que considera que la psicoterapia y el apoyo a la familia son dos armas terapéuticas muy útiles en un elevado número de casos.
"Si el niño no responde a este tratamiento, cuando los síntomas son muy invalidantes o el proceso lleva mucho tiempo de evolución sin diagnosticar, es necesario proceder también a una terapia farmacológica. Sólo en estas situaciones concretas los psicofármacos nos serán de gran ayuda", señala Mardomingo. En su opinión, no es oportuno recurrir a los psicofármacos si no son estrictamente necesarios, puesto que muchos carecen de presentación pediátrica y su uso no está aprobado en niños y adolescentes. Otros diseñados para adultos y autorizados para su empleo en niños, requieren un ajuste de dosis.
Como el miedo, la tristeza o la soledad, la ansiedad es una experiencia universal que empieza a vivirse poco después del nacimiento y cuyo ejemplo más común es la que experimenta el bebé ante extraños. Como entidad clínica, la ansiedad afecta al 15% de la población infantil y adolescente y representa el 30% de todos los problemas psiquiátricos en este grupo de población.
Según Mardomingo, la ansiedad no patológica dispara un sistema de alerta y de defensa ante situaciones extrañas que se perciben como amenazantes y surge como un sentimiento de miedo adaptativo, no desproporcionado y protector.
Sin embargo, según Jaime Rodríguez-Sacristán, catedrático de Psiquiatría Infantil de la Universidad de Sevilla, la ansiedad patológica representa una vivencia nada placentera, con sentimientos de temor, y se caracteriza por ser desproporcionada frente a la realidad y ante situaciones de amenaza real o imaginaria.
"La fobia escolar o miedo a ir al colegio es una de las formas más comunes de ansiedad patológica y se puede considerar también un trastorno de ansiedad de separación. Aunque prácticamente todos los niños alguna vez se han negado a ir al colegio, cuando esta actitud se repite con frecuencia los padres deben indagar las causas", sostiene Rodríguez-Sacristán.
La profesora de Psicología de la Universidad Complutense deMadrid Carmen Bragado agrupa los factores de riesgo en tres bloques: los genético-hereditarios, que no son modificables; los temperamentales, en parte adquiridos o aprendidos, y los ambientales, que se van adquiriendo con las experiencias. "Los factores temperamentales o conductuales" indica Bragado, "vienen dados por las conductas de inhibición". "Esto se observa", añade, "en los niños excesivamente tímidos, con una acusada tendencia a evitar situaciones y personas nuevas. Estos pequeños son mucho más vulnerables a sufrir trastornos de ansiedad".
En los factores ambientales confluyen muy diversos aspectos: clase económica desfavorecida, bajo nivel de educación en el entorno familiar, depresión en la madre y alcoholismo en el padre, así como unas pautas de educación demasiado permisivas o demasiado rígidas.
Situaciones estresantes
"Observamos", dice Bragado, "que todas las situaciones estresantes que se producen en la familia, como un problema económico o un divorcio, pueden actuar como desencadenantes de trastornos de ansiedad en los niños y adolescentes. Una educación superprotectora y muy tolerante puede ser ansiógena. También lo son las expectativas desmesuradas por parte de los padres e incluso de los educadores respecto a los logros del niño".
Por lo que concierne a este último aspecto, los especialistas alertan sobre las cada vez mayores exigencias a los niños y adolescentes en el rendimiento académico y en el número de actividades extraescolares (idiomas, informática, piano, ballet, deportes), en detrimento de algo tan fundamental para el desarrolllo y el equilibrio emocional del niño como es el juego. Los especialistas reivindican los juegos tradicionales, preferiblemente al aire libre, con otros niños y que favorecen la práctica de ejercicio físico.
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