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FÚTBOL Competiciones europeas

El mejor Barça pasa por Guardiola

El partido de Wembley evidenció el peso enorme y decisivo del capitán sobre el juego azulgrana

Robert Álvarez

La madurez de Guardiola vertebró al mejor Barça en su gran noche en el estadio de Wembley. El capitán azulgrana llevó el peso de su equipo y lo propulsó al ritmo con el que actúa a pleno rendimiento. Asumió un papel con muchos matices: distribuyó el juego, lo aceleró y lo ralentizó a conveniencia y estuvo omnipresente en los goles con los que el Barça selló el 2-4 ante el Arsenal y la clasificación para la liguilla de octavos de final de la Liga de Campeones. Cuando sus compañeros lo encontraron para que iniciara la construcción del juego, el Barça alcanzaba su mejor perfil, con triangulaciones, con excelentes pases a los huecos que dejaba la defensa inglesa y con una perfecta ocupación de los espacios en su despliegue ofensivo; cuando no podían enlazar con Guardiola, el Barça tenía que recurrir al pelotazo, se convertía en un equipo sino más previsible y vulnerable y más fiado a la captura de un balón dividido o al chispazo individual de alguna de sus figuras.Guardiola se dedicó también de pleno a otro tipo de labores más oscuras pero capitales. A saber: mantuvo el orden de la línea de contención en la que Van Gaal asignó marcajes individuales con Abelardo y Bogarde con Bergkamp y Kanu, Reiziger con Overmars y Sergi con Ljunberg o Parlour. Actuó de líbero por delante de ese cuarteto, alguna vez también por detrás, doblando al compañero que era encarado por un delantero inglés. En ese cometido se vio obligado a encargarse fugazmente de tomar a Kanu o incluso a Bergkamp.

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Cuando fue el Barça el que se plantó en el área defendida por Seaman, Guardiola formó la línea que tenía que luchar a brazo partido por el rechace o el balón dividido y, además, como siempre se encargó del lanzamiento de las faltas y de los saques de esquina, aunque el Barça forzó uno por trece de un Arsenal indesmayable en su espíritu ofensivo a pesar de que tuviera el partido muy cuesta arriba ya en el minuto 16 (0-2). La actitud del equipo inglés, en ese aspecto, es tan rara en el fútbol español, en el fútbol continental prácticamente, que puede servir como un ejemplo, por su talante y por su consideración y respeto al fútbol ofensivo y al espíritu con el que debe ser practicado. Eso le sirvió para mantener vivo el partido e incluso para lograr situarse a tiro del Barça en tres ocasiones: cuando Overmars y Adams obligaron al debutante Arnau a una doble y prodigiosa intervención con el 0-2, en su vibrante final del primer periodo tras acortar diferencia y, al poco de ser reanudado el juego, cuando salió indemne de un mano a mano con Ljunberg, que se había plantado sólo ante él con muchas posibilidades para haber logrado el empate a dos.

Sin fallos

La presencia de Guardiola fue constante en el juego del Barça. Participó en 74 acciones, 32 en la primera parte y 42 en la segunda. Es decir, casi no hubo minuto en el que Guardiola no tuviera el balón en los pies, algo realmente difícil en un partido en el que la posesión del esférico debe repartirse entre 22 protagonistas. Apenas tuvo fallos y los que tuvo fueron poco importantes. El Arsenal intentó, como hacen casi todos los rivales del Barça, molestarle al máximo en el momento en el que tenía posibilidad de empezar la construcción del juego. Para ello, Kanu se empleó a fondo, ayudado por la tela de araña formada en el centro del campo por Parlour y Vieira.

No se precipitó Guardiola. El Barça utilizó el recurso de retrasar el balón y no tuvo reparos en hacerlo llegar hasta Arnau. En la primera parte, el guardameta de la cantera tuvo que jugar hasta en 13 ocasiones con el pie después de que sus compañeros le cedieran el balón para quitarse de encima la presión de los ingleses. Cuando el Barça no encontraba a Guardiola, se convertía en un equipo más rudimentario, que tenía que salir muchas veces a base de pelotazos. Era cuando se podía observar al capitán azulgrana, en otra misión impagable, ordenando con gestos a sus compañeros defensas hacia dónde tenían que jugar el balón.

La oposición de un equipo como el Arsenal, con jugadores de una gran calidad como Bergkamp, Overmars o Kanu -todos ellos entre los mejores talentos de la escuela del Ajax con la que también se alimenta el equipo de Van Gaal-, le otorgó a la victoria del Barcelona un valor añadido. Fue el suyo un golpe de autoridad que le sirve para instalarse en el sillón de los favoritos y para permitirse el lujo de afrontar los dos partidos que quedan para cerrar la liguilla -el 27 de octubre ante el AIK Solna y el 2 de noviembre ante el Fiorentina- sin otra presión que la de intentar lograr los puntos, económicamente tan bien retribuidos por la UEFA.

Hasta que no dé inicio la liguilla de octavos de final, el 23 de noviembre, el Barça puede centrar su atención por completo en lo que suceda en la Liga española.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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