_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Liceo

Félix de Azúa

Lo repetían cuantos asistieron a la inauguración del nuevo edificio: "Es como un sueño", decían. Pero sobraba el adverbio. En realidad es un sueño. Todas las construcciones simbólicas lo son: la basílica de San Pedro, el Guggenheim, el Big Ben, el Panteón son sueños. Los monumentos distinguen, orientan, significan y recuerdan; son símbolos de un sueño colectivo. Pero cada sueño es único. El sueño del Liceo es tranquilizador: "Nada ha cambiado, dice, soy indestructible, podéis dormir tranquilos".Cuando el arquitecto Solá Morales reconstruyó el espléndido pabellón de Mies Van der Rohe todo fueron críticas; rehacer una antigualla, decían, es kitsch. Pero ahora todos están de acuerdo en que reconstruir el Liceo ha sido una obra formidable. Quizá porque el primero simboliza el sueño de la renovación y el segundo el sueño de la conservación. La piel del Liceo conserva el sueño de la Barcelona romántica, la atmósfera decimonónica y burguesa. Sus tripas, sin embargo, son electrónicas. Y por eso es la más exacta encarnación del sueño pujolista: retórica romántica, atavío burgués y tripas despiadadamente técnicas. El nihilismo inevitable de la modernidad, pero disfrazado con la simbología de la vieja burguesía católica. Es un sueño que dice "queremos ser modernos y sin embargo antiguos, la modernización no va a destruir nuestros símbolos, nuestra retórica, las imágenes de nuestro poder". Cierto. Ese poder es, en efecto, "suyo".

Ni París continúa viéndose en la Ópera de Garnier, ni Londres en el Covent Garden, pero Barcelona, como Milán o Nápoles, quiere conservar el sueño romántico. No es el sueño de los arquitectos modernos, ni de los emigrantes de África y de Asia; tampoco es el sueño de los jóvenes, ni siquiera es el sueño de los músicos actuales cuyas óperas abominan la vieja tramoya de Puccini o Wagner. Es sólo el sueño de quienes se refugian en un pasado tranquilizador e idealizado. Es el sueño de la Cataluña que ha creado Pujol y que incluye a muchísimos votantes de otros partidos con un pasado izquierdista. Es una Cataluña que quiere competir con los países grandes y tecnificados, sin dejar de ser pequeña y familiar, es decir, controlada por muy pocos y paternalmente. Ello nos obliga a pensar que sólo un milagro puede acabar con ese sueño el próximo domingo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Félix de Azúa
Nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_