El Día de la Bicicleta
Este domingo 3 de octubre tuve que hacer en coche una hora y diez kilómetros de más para trasladar 500 metros a una mujer impedida. Madrid estaba partido en dos por un hormiguero de ciclistas. No había ni letreros indicativos, ni mapas, ni rutas alternativas, ni cruces temporales; sólo tapones, vallas y agentes agobiados atendiendo a colas de conductores y llamando a su centralita:-Tengo aquí docenas de conductores indignados. ¿Está abierta la ronda de Segovia? ¿Qué hago?
-¿Pero a quién se le ocurre montar un tinglado así? -rugíamos. ¡Esto hay que denunciarlo!
-Pues no sabe cuánto se lo agradecería -respondía el agente.
¡Qué inútil tanta molestia! ¡Cuando habría sido tan fácil conjugar bicis y coches! Pero, claro, para eso hace falta un mínimo de inteligencia y de respeto al ciudadano.
¡Cuántos miles de horas perdidas por 20 segundos de bucólicas imágenes en el Telediario del mediodía! Dos horas de relax urbano para distraernos de la inexistencia de carriles-bici.
¿Se quería dar un respiro al frustrado ciclista madrileño o provocar la animadversión del resto de la ciudadanía?- . .
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