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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Turbulencias en el PP

El Partido Popular (PP) no es ese estanque de aguas apacibles que ha descrito José María Aznar como reverso del cuadro de un PSOE enfrentado y cuarteado en "una confederación de partidos", con "17 tiendas y 17 proyectos". Ni aparece tan idílica la situación del primero ni la del segundo es probablemente tan calamitosa como se deduce del diagnóstico del líder del PP. No pocos de los congresos regionales que viene celebrando su partido con el propósito de cerras filas, calentar motores e insuflar credibilidad a su viaje al centro con vistas a las elecciones han dado una imagen bien distinta de la vendida por Aznar: los enfrentamientos que han aflorado a la superficie han parecido más el efecto de divisiones latentes y de viejas heridas no cicatrizadas que de una lógica y deseable discusión política.En el último congreso nacional del PP, celebrado en enero pasado, se escenificó un cambio de rumbo hacia el centro reformista simbolizado en el relevo de Álvarez-Cascos por Javier Arenas al frente de la secretaría general. Pero algunos congresos regionales del PP no han seguido las pautas de esa mercadotecnia electoral diseñada por los órganos centrales. Ese objetivo de un partido unido, moderado y centrado se ha hecho desear todavía más tras los insuficientes resultados de la triple cita electoral del 13-J como forma de ampliar el espectro de sus votantes hacia sectores sociales no identificados con la derecha tradicional, una vez demostrado que ese caladero electoral no basta para alcanzar una mayoría holgada, y mucho menos una mayoría absoluta.

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Las principales dificultades para concretar esa imagen de renovación del PP, ardientemente querida por su dirección nacional, han surgido en aquellas comunidades en las que los populares están más necesitados de ella. Es el caso, fundamentalmente, de Canarias, Baleares, Extremadura y Galicia, por no hablar del ya crónico caso de Asturias. El traspiés electoral del 13-J ha reducido la cuota de poder del PP en algunas de estas comunidades o le ha puesto más difícil su conquista en otras. Más allá de la constatación, una vez más, de que en política no tener poder desgasta más que tenerlo, lo que parece evidente es que determinados dirigentes y sectores del PP en esas comunidades no están de acuerdo ni con la forma ni con el fondo del mensaje irradiado desde Génova. Es curioso que una renovación que se quiere superadora de "actitudes caciquiles" sea identificada en Canarias con comportamientos de "vieja derechona recalcitrante" en la forma de resolver la crisis del partido en esa región. Luis Ramallo, antiguo portavoz parlamentario del PP y punta de lanza de la ofensiva de Aznar contra González en la legislatura 1993-1996, declara a raíz de lo sucedido en Extremadura que al secretario general del PP, Javier Arenas, le gusta "hacer congresos a la búlgara".

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Si fuera por los resultados, la mayoría de los congresos celebrados merecerían esa calificación: directivas elegidas con más del 90% de los votos. Son guarismos que se compaginan en todo caso con la imagen de unidad sin fisuras que la dirección nacional del PP quiere transmitir a su potencial electorado; pero en gran medida se han conseguido a costa de posponer problemas como en Galicia o de dejar abiertas fracturas que, si hoy son soportables, pueden dejar de serlo en circunstancias menos favorables que las actuales. En Galicia, la sucesión de Fraga sigue sin despejarse, lo que sin duda es una rémora para la imagen rejuvenecida que el PP quiere dar de sí mismo. En Extremadura, Canarias y Baleares, bien sea por agravios comparativos, pugnas personales o simples batallas por el poder, han aflorado corrientes críticas a la línea oficial del partido. De momento, la amplia cuota de poder disponible le permite acallar las discrepancias. Pero así como tradicionalmente la izquierda se ha dividido por cuestiones ideológicas, la cruz de la derecha está en el centrifuguismo localista y caciquil propagado entre sus filas. Los brotes aparecidos estos días revelan que las caudalosas aguas del PP no bajan tan tranquilas como quisiera el presidente Aznar para afrontar las elecciones generales de marzo.

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