Marsillach rechaza una oferta para hacerse cargo de la dirección de Teatres de la Generalitat
Al final será cierto que nadie quiere hacerse cargo de esa locomotora sin frenos que es Teatres de la Generalitat. El último en rechazar la oferta en ese sentido ha sido el actor y director escénico Adolfo Marsillach, lo que ha obligado a confiar de nuevo el cargo a Juan Alfonso Gil Albors, a falta de mejor candidato, quien probablemente permanecerá al frente del organismo durante toda la temporada. Lo cierto es que en vísperas de abrirse el telón de una temporada con la que se entrará en el año 2000, la política escénica del Consell carece de una dirección solvente.
Al problema que supone ponerse al frente de un organismo de futuro incierto y trayectoria renqueante, se unen los enfrentamientos derivados del pulso que mantienen el consejero Manuel Tarancón y su directora general, Consuelo Ciscar, por el control de las áreas culturales, lo que ya ha originado más de una tensión que ésta última no evita manifestar en público. La negativa de Marsillach agudiza un conflicto que no carece de perfiles problemáticos. A la espera de la redacción de la futura ley del teatro, anunciada por la directora general en vísperas electorales, a finales de mayo pasado, que en teoría debe orientar las funciones de la intervención institucional en las artes escénicas, no parece probable que ninguna personalidad de talla estatal acepte figurar al frente de un organismo sumido en el desconcierto, la duplicidad de funciones, el caos organizativo y una errática línea de programación. Así, por ejemplo, cuesta imaginar que directores como Lluís Pasqual, Miguel Narros o José Carlos Plaza asumieran funciones implícitas en el cargo como decidir sobre las subvenciones y ayudas a las compañías, la política de concertación o la de colaboración con compañías privadas. Buena parte de estos problemas derivan de la desaparición del Centre Dramàtic y su reconversión en Teatres de la Generalitat, lo que originó una acumulación de funciones de fronteras imprecisas. Informes Precisamente pocas fechas antes de las últimas elecciones autonómicas, Consuelo Ciscar encargó sendos informes sobre la situación de Teatres de la Generalitat, con un presupuesto próximo a los dos mil millones de pesetas anuales, a Inma Tomás, Juan Vicente Martínez Luciano y Joaquín Hinojosa, a fin de esclarecer el futuro del organismo y dándose por seguro que uno de los tres sería designado director encargado de preparar el tránsito hacia la futura Ley del Teatro. Joaquín Hinojosa, que prepara una producción sobre una obra de Torrente Ballester a estrenar en el Principal, intervino en el acto electoral de Consuelo Ciscar leyendo un manifiesto por el que percibió una modesta cantidad, tiene despacho en el Principal y elaboró su informe a espaldas del personal de la casa, lo que originó en su día un notable malestar. Se desconoce la operatividad final de esos informes. La permanencia de Gil Albors al frente de Teatres de la Generalitat, confirmada hace unos días por Consuelo Ciscar, quien aludió a vacilaciones de su consejero en ese sentido, aleja por el momento la solución intermedia que consistía en nombrar a una persona próxima para el cargo y agudiza una situación provisional que lleva camino de eternizarse, ante el descontento generalizado de la profesión y de un consejo rector seriamente dividido. La negativa de Marsillach -expresada por razones distintas a los motivos personales- a aceptar el puesto pone en entredicho tanto a Gil Albors como a los diligentes redactores de informes, y augura una solución problemática a un conflicto que parece lejos de resolverse incluso echando mano de directores estrella -lo que se ganará la enemiga de la profesión valenciana- para remediar una situación insostenible.
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