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GOLF - RYDER CUP

Incredulidad y disgusto por la derrota europea

La pasión, la mala educación y la experiencia del equipo de Estados Unidos se impusieron a un atolondrado conjunto europeo, mal dirigido en la última jornada por el capitán Mark James. Ese fue el resumen de la arrolladora remontada estadounidense para recuperar la Ryder Cup en el bostoniano campo de Brookline. Todas las reacciones de profesionales y medios coinciden en ello.Lo que parecía imposible se convirtió en perfectamente posible nada más empezar los últimos recorridos. Europa presentó ante la mejor artillería americana a sus más endebles jugadores y aquello se convirtió en una caza implacable. Las dos ventajas de cuatro puntos con que Europa había terminado las dos primeras jornadas (6-2 y 10-6) le daban al equipo un margen confortable, pero siempre se temía el último día con los partidos individuales. Y el desastre fue mucho mayor que el temor. La rápida ventaja de los jugadores estadounidenses en los primeros cuatro partidos no sólo iba a resultar clave para el resultado, sino para la moral. Europa se fue hundiendo y fue sonrojante que el jugador más maltratado por James los dos primeros días, Padraig Harrington, fuera el único ganador antes que lo hicieran en el último momento, ya para nada, Paul Lawrie y Colin Montgomerie.

Falta de deportividad

Pero el disgusto europeo llegó al máximo con la falta de deportividad de los estadounidenses (en especial de Tom Lehman), que saltaron al green cuando a José María Olazábal, que acabó empatando con Justin Leonard, el ganador del Open Británico de 1997, aún le faltaba un putt. "Fue lo más vergonzoso que he visto en mi vida", dijo el escocés Sam Torrance, que hizo duras críticas a los estadounidenses. Olazábal falló después de que todo el equipo europeo presenciara entre hundido y estupefacto el gran golpe y la reacción siguiente, más propia de hinchas desaforados que de caballeros del golf.

Sin embargo, la dura realidad había pasado momentos antes, cuando Olazábal, a falta de siete hoyos, y sin jugar excesivamente bien, llevaba cuatro golpes de ventaja sobre Justin Leonard. Europa podía entonces soñar con llegar a los 14 puntos, lo que supondría alcanzar un empate final y retener la Ryder Cup. Pero Leonard empezó a encadenar putt tras putt espléndidos y ganó los hoyos 12º, 13º, 14º y 16º antes de embocar uno de casi 17 metros en el 17º, con un birdie que provocó la lógica locura en los estadounidenses. Habían sido dos días y medio de humillación y volvían a mandar en el momento justo.

Nunca en 72 años de historia de la Ryder Cup se había asistido a un cambio tan brutal de decorado tras dos primeros días sorprendentes, pues los que estaban literalmente derrotados eran 10 de los 16 mejores jugadores de la lista mundial.

Pero tal vez el mayor ejemplo de la determinación de todo el equipo de Estados Unidos para remontar de forma imparable (y siempre apoyada por un público muchas veces rayano en lo incorrecto, que incluso habló demasiado en los instantes previos a los golpes de los europeos) fue David Duval. El ex número uno mundial, habitualmente muy tranquilo, arengó a sus compañeros en una patriótica reunión: "¡Vamos, acabemos con ellos! Y acabaron.

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