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Toda guerra es ya una guerra civil

Emilio Lamo de Espinosa

Cuando aún no había finalizado la II Guerra Mundial, Ernst Jünger (La Paz, Tusquets, Madrid, 1996, e. o. Der Friede 1941-1944) escribía en un texto impresionante por su clarividencia profética: "Es la primera vez que la Tierra en su condición de globo, de planeta, se ha transformado en campo de batalla y es asimismo la primera vez que la historia humana está tendiendo con apremio hacia un orden planetario... Nos hallamos en el horno de fundición y en los dolores de parto". Y añadía: "Esta guerra -"guerra civil mundial" la denomina en otro lugar- ha sido la primera obra común de la humanidad. La paz que le ponga término habrá de ser la segunda". Uno de los frutos esenciales de esa paz, obra común de toda la humanidad y primer resultado de ese sentido nuevo de la Tierra, fueron las Naciones Unidas. Tras la primera guerra verdaderamente mundial, debería surgir una orden de paz igualmente mundial.No es sorprendente, pues, que nos preguntemos a diario: ¿por qué en Kosovo sí, pero no otros sitios? ¿Por qué Timor ahora, pero no antes? El presidente Clinton ha sido sincero al abordar el tema ante la Asamblea General de Naciones Unidas. "No podemos hacerlo todo en todas partes", ha dicho. Los Estados Unidos tienen intereses directos y, cuando es así, intervienen. Cuando no, no están dispuestos a hacerlo. ¿Podría ser de otro modo? ¿Estaríamos dispuestos a arriesgar vidas españolas en Somalia, donde poco se nos ha perdido? Por ello coincide Clinton con Koffi Annan en que la ONU debe dotarse de una fuerza de intervención.

Pero mas allá de las vacilaciones y dudas -ahora sí, antes no, aquí sí, allí no-, dudas que irritan nuestras conciencias, lo que se vislumbra por detrás es el lento y renqueante proceso de formación de un Estado mundial al ritmo que lo hace la emergencia de una comunidad, un demos, un pueblo o una nación, que no será ya sino toda la humanidad. "Todo Estado se basa en la fuerza", dijo Trotsky en Brest-Litowsk. "Y esto es efectivamente así", replicaba Max Weber. Pues el Estado, continúa Weber, "es aquella comunidad humana que en el interior de un determinado territorio... reclama para sí, con éxito, el monopolio de la coacción física legítima". Comunidad, territorio y monopolio de la violencia legítima son las notas del Estado. Por supuesto, Weber pensaba en las relaciones internas de los Estados en "su" territorio. Pero lo que hoy llamamos globalización, que no es sino la fase final de un largo proceso de unificación del mundo que comenzó en 1492 y estalló en 1945, ha hecho de lo externo interno y viceversa, de modo que todo es ya extraterritorial o al contrario. Los Estados son soberanos en su territorio... siempre que la comunidad internacional no decida lo contrario. Los derechos humanos no deben tener fronteras, decimos. Nosotros alegamos el derecho de injerencia para intervenir en Kosovo y hacemos uso de la extraterritorialidad al procesar a Pinochet al tiempo que rechazamos la extraterritorialidad de la ley Helms-Burton. ¿Cuándo sí y cuando no?

Lo que ante nuestros ojos se desarrolla no es sino el lento, dubitativo y vacilante proceso por el que las Naciones Unidas, en representación de la comunidad internacional más que de los Estados, se arrogan progresivamente el monopolio de la violencia física legítima en las relaciones no ya internacionales sino incluso internas. Y no debemos olvidar que la mayor parte de las relaciones internacionales (literalmente, entre naciones) se dan dentro de los Estados. Son, como decía Jünger, los dolores del parto de un Estado mundial que asegure la policía planetaria, la lenta emergencia de un Estado Democrático Mundial. Acabada la bipolaridad y la guerra fría, emerge una sola comunidad sobre un solo territorio, de modo que toda guerra es ya una guerra civil. Sólo los Estados Unidos tienen capacidad de fuerza suficiente. ¿Cómo legitimar esa fuerza ante el mundo? Alemania tiene razón al apuntar que Kosovo debe ser una excepción, pues esa legitimidad sólo pueden darla las Naciones Unidas. A veces, aunque sólo a veces, lo real es racional.

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