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Rusia no descarta un ataque terrestre contra las bases rebeldes en Chechenia

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Al igual que en Kosovo, también en el Cáucaso la cuestión estriba en si será o no necesaria una intervención terrestre, esta vez en Chechenia. Los bombardeos rusos pueden resultar insuficientes para aniquilar a los combatientes islámicos que han invadido por dos veces Daguestán. Valeri Manílov, vicejefe del Estado Mayor, lo dio ayer a entender. "No podemos excluir ningún método para alcanzar el objetivo final: la eliminación de los terroristas en Rusia, incluyendo sus bases y fuentes de aprovisionamiento".

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Chechenia en el corazón

La aviación rusa está batiendo las posiciones en territorio checheno de las fuerzas de Shámil Basáyev y el comandante Jattab. Según los portavoces oficiales rusos, estos ataques no matan a civiles, pero sí han logrado exterminar a 500 guerrilleros. Justo lo contrario de lo que asegura la otra parte, incluso el Gobierno de Grozni, teóricamente enfrentado a las milicias y opuesto a las operaciones en el interior de Daguestán. El viceprimer ministro, Ajmed Zakáyev, sostiene que quienes mueren son inocentes, y que más de 30.000 personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares.Tenga quien tenga la razón, lo que parece fuera de toda duda es que persiste la amenaza de nuevas incursiones desde Chechenia. Y, si los bombarderos rusos no pueden completar el trabajo, cobraría fuerza la opción terrestre.

Esta posibilidad provoca escalofríos entre quienes recuerdan lo que ocurrió entre diciembre de 1994 y agosto de 1996, cuando la impresionante máquina militar rusa fue derrotada, de forma humillante, por unas milicias inferiores en armamento y número de efectivos pero mucho más motivadas y eficaces. Ni siquiera se habla ahora de guerra total, sino tan sólo de una ofensiva limitada para crear una zona de seguridad.

El propio Manílov confía aún en otra estrategia. Su plan es crear una triple barrera defensiva. La primera, formada por policías y fuerzas del Ministerio del Interior, controlaría la frontera administrativa con la república rebelde. Las otras dos, constituidas por militares, eliminarían a los "bandidos" que, pese a todo, lograsen infiltrarse en Daguestán.

No será tarea fácil. Los intentos de presentar los combates como una operación antiterrorista contrastan con las cifras de bajas que reconocen los federales y que son más propias de una guerra abierta: 171 muertos, 15 desaparecidos y 646 heridos en las últimas siete semanas, desde la primera invasión, lanzada a comienzos de agosto. Al mismo tiempo, aseguran haber causado 2.000 muertos al enemigo. El conflicto será largo. Basáyev anunció ayer que está formando un batallón especial de 500 luchadores dispuestos a morir y que serán empleados en misiones especialmente peligrosas. La agencia oficial rusa Itar-Tass citaba ayer fuentes de los servicios de seguridad según las cuales el millonario saudí Osama bin Laden, que supuestamente financia a los invasores islámicos, ha enviado desde Afganistán a otros 100 combatientes.

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El primer ministro, Vladímir Putin, defendió ésta el domingo por televisión tras asegurar que "círculos reaccionarios" de algunos países musulmanes intentan cortar Rusia "como si fuera mantequilla" para crear un Estado teocrático "desde el Caspio hasta el mar Negro". De ser cierto, la amenaza iría mucho más allá de Chechenia y Daguestán.

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