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La agonía de Gorbachov

El último presidente de la URSS sigue con esperanza y angustia la lucha de su esposa contra la leucemia

Pilar Bonet

Mijaíl Gorbachov y los médicos que atienden a la esposa del ex presidente de la URSS cuentan el tiempo por horas. A veces, son horas de esperanza y a veces horas de impotencia y desesperación. Raísa Maxímovna, yace inconsciente en la clínica universitaria de Münster (Alemania) desde el 12 de septiembre, cuando sufrió un shock que hizo empeorar su estado y posponer el transplante de médula, imprescindible para salvar su vida.

Desde entonces, los médicos mantienen a la ex primera dama de la URSS en la unidad de cuidados intensivos. Raísa, cuyo estado no ha mejorado desde su recaída, está en coma artificial y es asistida también artificialmente en la respiración. Pese a que muchos especialistas ya hubieran dado la batalla por perdida, el profesor Thomas Büchner, director del equipo médico, afirmaba ayer que "aún hay esperanza". Por la tarde, Gorbachov recibió al canciller federal alemán Gerhard Schróder en visita privada.

Gorbachov sigue viviendo entre el hotel y la clínica, donde el 25 de julio Raísa fue sometida a una durísima quimioterapia contra la leucemia aguda. Entre aquellos días de agosto en que lo visitamos por primera vez (ver EL PAIS del 8 de agosto) y el pasado fin de semana, la esperanza se ha transformado en un tenue hilo y la perspectiva del tiempo es hoy mucho más estrecha. Gorbachov está acompañado de su hija, Irina, que ha vuelto a Münster después de dejar en Moscú a sus dos hijas. Tras los atentados terroristas en la capital, Irma está preocupada por las niñas.

Los cálculos de agosto parecen hoy ambiciosos. Los médicos planeaban entonces una segunda fase de quimioterapia y, paralelamente, un transplante de médula. El estado de la enferma obligó a posponer ambas cosas. La médula ósea de Liudmila, la hermana de Raísa, está preparada para el transplante, pero éste sólo será posible, si la paciente supera la crisis. Mientras Liudmila estaba en Münster, su marido, Damir Ajukasov, falleció a consecuencia de una desafortunada caída en Rusia. Gorbachov se ha convertido en un personaje cotidiano en el hotel donde se aloja. Ahora, no va a pie a la clínica, sino en el coche que ha alquilado su fiel ayudante, Karen Karagesián. En compañía de Irma y de Karen, Gorbachov cena y desayuna en una mesa reservada de forma permanente a su nombre. Los camareros le tratan cariñosamente. Saben ya cuáles son sus platos favoritos y le sirven el helado con abundantes pastas de almendra. Los ramos de flores se amontonan frente a su habitación. En la de Karagesián se amontonan los cajones de cartas, las tarjetas, los telegramas, los mensajes de solidaridad llegados de todo el mundo, entre ellos el del rey de España, don Juan Carlos 1. Gorbachov ha entregado a la clínica tres carpetas de consejos, recetas, experiencias que le envían quienes creen tener nuevas ideas para curar a Raísa. Irina, médico de profesión, no deja que nada la desvíe del camino emprendido. "Cuando se apuesta por un equipo médico, hay que confiar en él y este equipo hace lo posible y lo imposible por salvarla. No es posible hacer más", dice. A visitar a Gorbachov ha venido el ex ministro de Exteriores de Alemania, Hans-Dietrich Genscher. Esta semana quiere venir el ex canciller Helmut Kohl. Con la conversación política, Gorbachov a veces logra distraerse. Es muy crítico del Kremlin y muy positivo sobre Evgueni Primakov ("un hombre que ha contribuido a hacer posible las libertades existentes en Rusia").

Al hablar de corrupción y dinero negro, el ex presidente soviético se resiste a hacer una división entre Occidente y Rusia. Gorbachov cita cálculos, según los cuales la fuga de capital de Rusia asciende a 150.000 millones de dólares por lo menos (24 billones de pesetas). "Y ese dinero está aquí, en Alemania, en Estados Unidos, en España". A Gorbachov no le importaria si las instituciones occidentales no dieran dinero a los dirigentes rusos hasta que haya elecciones democráticas. Otra cosa son las deudas heredadas de la Unión Soviética. Esas, opina Gorbachov, habría que perdonarlas. Alemania; sin embargo, insiste en su devolución.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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