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CICLISMO Vuelta a España

El pelotón toma nota de González de Galdeano

La previsión se cumplió y Olano se despidió del liderato para entregárselo al alemán Ullrich

Luis Gómez

La gente susurraba al paso de Abraham Olano desde bien temprano ayer. Bajaba la mirada, evitaba el buenos días si era posible. Próximo a él, Manolo Saiz procuraba mantener la compostura. Olano era un líder con sentencia firme, un condenado a la espera de ejecución. Por las carreteras que conducían a Sort, punto de salida de la etapa reina de la Vuelta, sus rivales calentaban sin desmayo subiendo y bajando puertos, preparándose para rematar al líder lo antes posible, dado que la etapa tenía un kilometraje corto pero un recorrido accidentado. Ellos anunciaban la batalla como aves de rapiña oteando la presa. La presa era Olano. Y Olano cayó: no hubo emoción de su parte, sólo sufrimiento y esa dignidad con la que soporta el dolor. A partir de entonces, la Vuelta pasó página y abrió otro capítulo, aparentemente dedicado al alemán Ullrich, hoy ya líder. Pero la jornada propició una sorpresa por culpa de Igor González de Galdeano, un corredor ajeno a los pronósticos que dejó con la boca abierta a todos los presentes. Suya fue la victoria y suyo es el derecho a que todos hablen de él por unos días, tantos como dure su condición física.No tuvo mucho misterio el principio del último capítulo dedicado a Abraham Olano, a pesar de todas las contradicciones que vive la Vuelta. Banesto tiene el equipo al completo para cualquier cosa menos para ganar la Vuelta, así se le habían puesto las cosas por el desfallecimiento de Zülle. La ONCE no tiene equipo y sí un líder de paja. Ullrich y Tonkov son líderes sin equipo. Kelme acusa la ausencia de Fernando Escartín y el enfado de Álvaro Pino. Y Vitalicio tiene equipo pero no había resuelto la jefatura de filas. En esas condiciones, estaba claro que Banesto tomaría la iniciativa para asegurarse la etapa y mover la carrera. Cuestión marginal era la de acabar con Olano, asunto propicio para interpretaciones de tipo más personal, que corresponden al mundo de los sentimientos. Asunto privado ése.

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Puesto Zülle como lanzadera del pelotón en el segundo de los cuatro puertos de la etapa, su empuje tardó muy poco tiempo en desvelar el secreto a voces. Olano se quedaba sin remedio, sin posibilidad de auxilio material, sin otro argumento a su favor que su carácter insobornable, que la entereza con la que afronta los malos momentos. Olano no tira la toalla como haría cualquier otro en su caso, abandonándose a un grupo que le reporte un viaje más confortable. Hará bien Manolo Saiz en modificar su calendario porque no tiene sentido que un corredor con su palmarés y sus cualidades derroche tantas energías en luchar contra las leyes de la naturaleza. No tiene sentido empeñarse en buscarle un papel de eterno perdedor, cuando puede interpretar otras funciones más agradables. Como perdedor, habría que reseñar que Olano tiene una dignidad excepcional y una profesionalidad admirable: no tuvo reparos en volverse a desgastar en un descenso para reencontrarse brevemente con sus verdugos. Fue su forma de despedirse de ellos.

Abierto un nuevo capítulo, la etapa reina dio mayor contenido de lo esperado. Resuelto el caso Olano, todo el mundo giró la mirada hacia Ullrich o en su defecto hacia Tonkov. Ellos eran sus sucesores en el podio de la Vuelta, a ellos les correspondía la jerarquía de la etapa. Pero quedaban dos puertos todavía y varios equipos estaban en la carretera con exceso de material. En buena lógica, Ullrich debía esperar al final. Tonkov necesitaba algo más, pero Vitalicio y Banesto tenían en su cabeza la victoria de etapa y gente donde elegir. La ascensión a Montaup (1ª) resultó francamente caótica: nadie se fiaba de nadie y todos huían de un mal compañero de viaje. Los saltos estaban a la orden del día porque todos buscaban una respuesta de Ullrich. Ullrich se limitó no contestar más mensajes que a los intentos de Tonkov. En esa confusión, saltó Igor González de Galdeano y nadie le siguió. Nadie porque no debían tenerle en su agenda. Nadie porque todos interpretaron que era una maniobra de diversión. A Igor se le dejó marchar, pero ya no volvieron a verle. Su escapada tuvo un efecto esclarecedor. A pesar de haber arrancado a 35 kilómetros de la meta, nadie le pudo recortar sensiblemente diferencias. Su actuación afectaba al liderato de la Vuelta, pero a Ullrich no se le vio la autoridad suficiente para poner las cosas en su sitio en la recta final. Es evidente que el corredor alemán merece todo el crédito, pero parece cierto que su estado de forma no alcanza todavía el nivel óptimo aunque se le suponga tendencia a progresar. Para este nuevo capítulo, la Vuelta se ha puesto emocionante, porque las diferencias entre los tres primeros bajan del minuto. Y en esa posición está el inesperado Igor, la sorpresa de la Vuelta, todavía un enigma, un caso para tomárselo con extrema prudencia. Igor no ha fallado en ningún momento, se le ha visto subir, bajar y actuar de forma convincente en la contrarreloj, pero se ha beneficiado del anonimato. Ahora, todo el pelotón acaba de tomar nota de su dorsal (el 205) y de su apellido. Ahora Igor es alguien en esta Vuelta, que acaba de cerrar el capítulo dedicado a Olano.

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