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Bandada de aves

JULIO SEOANE Es que realmente ya no es una, ni dos, sino muchas las que están apareciendo y pululando en esta última época. Antes las cosas eran más sencillas, todo se reducía a si queríamos AVE o no queríamos AVE, y la cosa estaba clara. Ahora es un lío, se discuten los minutos, los kilómetros y los millones. Y aparecen por todas partes, al estilo Hitchcock, con recorridos cada vez más exóticos, hasta el punto de que viajar a Madrid será un asunto de turismo de alto riesgo. Eso sí, podremos mandar postales desde los sitios más diversos y encantadores. Hasta el momento he visto implicadas en el tema a Castellón, Alicante, Cuenca, Albacete, Murcia, y seguro que me olvido de algo. En la red, es decir, en la fuente de todas las verdades, acabo de leer una frase difícil de entender que me produce mayor intranquilidad si cabe: "Actualmente se está mejorando la línea entre Barcelona y Valencia para poner en servicio seis ramas AVE con ancho de vía ibérico de 220km/h de velocidad máxima en este tramo". Aunque no lo entiendo muy bien, ibéricas o no, parece que habrá más aves, ya sean rápidas y voraces águilas, pequeños gavilanes o simples y vulgares pájaros. Desde hace ya bastante tiempo, parece que en Valencia el ave está emigrando continuamente en función de la estación, el paisaje electoral y el partido que lo sustenta. Y eso empieza a no estar bien porque nos jugamos demasiadas cosas para el futuro más inmediato. Queremos comunicarnos con eficacia y agilidad, tenemos necesidad de hacerlo si deseamos existir dignamente, y no sólo transportando nuestra voz y nuestros dígitos por cables de alta velocidad, sino también desplazándonos físicamente con la fluidez y facilidad que se corresponde con nuestros tiempos. Nuestros átomos también necesitan alta velocidad. Ya nadie estaría dispuesto hoy a soportar que limitasen su capacidad de expresión, su libertad de pensar y de comunicarse con los demás, por eso pedimos mayores facilidades para Internet, más tarifas planas y menos cortapisas para nuestras relaciones sociales. De la misma manera, los valencianos tampoco podemos permitir que limiten nuestras posibilidades de movimiento. La sociedad actual exige una cierta igualdad, un paralelismo, entre las facilidades de comunicación y el desplazamiento personal, y no principalmente por razones económicas sino por la defensa de valores asociados con el desarrollo personal. Pocas ocasiones son tan claras para que los ciudadanos podamos juzgar la actuación de los políticos. El transporte más rápido y más directo entre Valencia y Madrid, en este caso, será un éxito social, político y económico. Este triunfo arrastrará después a otras ciudades, que buscarán también soluciones similares para conseguir el mismo éxito social, político y económico. Cualquier otra solución intermedia, la confusión de recorridos y de soluciones, será un fracaso para todos, indigno de imitar, porque aquí no existe tercera vía. No le demos más vueltas, hoy por hoy necesitamos un solo AVE, el más rápido y el más directo. El resto es una engañifa, es decir, bandadas de aves y pececillos de colores. Una opción que pagaremos muy caro y durante mucho tiempo los valencianos, pero que sin duda tendrá también un fuerte precio político.

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