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Koxtape resiste la embestida de Orio

En su jornada crucial, la Bandera de La Concha acabó engrandecida por la actuación de Koxtape y Orio, inicialmente separados por el cronómetro pero efectivamente asidos al mástil de la bandera donostiarra por un reto de idéntico sentido: sufrir para ondear el premio final. Ni unos ni otros se escondieron, no abdicaron de sus obligaciones. Orio, porque quiso creer, olvidándose de los casi siete segundos de desventaja que minaban su candidatura. Acabó convirtiendo el lastre inicial en un suplemento de motivación. Koxtape, porque entregaba a su defensa el crédito (en segundos y en prestigio) acumulados el domingo pasado. Tocaba torturarse por ambas partes. Orio, valiente, se subió al potro de salida, sin dirigir una mirada a Koxtape, que enseguida entendió que encogerse equivaldría a suicidarse. Así, aunque aguantó el tirón inicial de su rival descolgada, mantuvo intacta su actitud y la lógica: después de tomar la ciaboga, Orio no podría incrementar su ritmo. De hecho, la Kanpa jugaba en el plano psicológico. Después de virar, los amarillos habían enjugado la diferencia cedida hace una semana. Debían aguantar su ritmo frenético y esperar que Koxtape se abandonara. No ocurrió ni lo uno ni lo otro. Orio no pudo mantener su órdago y, aunque no se hundió, empezó a perder primero agilidad y finalmente fuerzas cuando sólo faltaba por cumplirse el último cuarto de regata. Koxtape vivió su crisis poco después de encarar el segundo largo. Las diferencias parecían estables, Orio no cedía y los rosados no encontraban recursos para organizar su asalto, para hacerse violencia e incrementar el ritmo de su palada. Orio sufrió en ese punto el peso de una temporada cargada de éxitos y palizas. O quizás padeció las consecuencias de su apuesta, del todo o nada planteado de salida. Aflojó levemente, una capitulación casi imperceptible, una grieta mínima que alimentó toda la voracidad y la esperanza de la Erreka. Poco a poco, la trayectoria de ambas embarcaciones empezó a coincidir, convirtiendo una pelea solitaria en un combate cuerpo a cuerpo en el que los matices del enfrentamiento físico y sus implicaciones psicológicas favorecieron a Koxtape. Los rosados ya no remaban en la distancia; se encontraban casi pegados al costado de Orio, que enseguida entendió que no cabían siete segundos entre ambas embarcaciones. Así lo entendió tambien Koxtape, que no tenía que cruzar primero la línea para ganar, que sólo necesitaba echar el resto para acompañar en la meta a su rival. Koxtape entró colocada en la huella de su rival, terminando como acaban los ciclistas, unos a rueda de los otros. Ganaba Orio y perdía al mismo tiempo. A cuatro segundos de distancia, perdía Koxtape pero lo ganaba todo en un rápido cálculo matemático: cuatro segundos cedidos, algo más de dos segundos de renta conservados y el mástil de la Bandera de La Concha sólo para sus manos. Koxtape altera con su éxito la costumbre y rompe una racha de tres victorias consecutivas en los últimos tres años para Orio. La alternancia no afecta sin embargo al orden geográfico. De momento, Guipúzcoa mantiene su hegemonía en La Concha.

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