Claroscuros en la organización
Unipublic aceptó el reto de la etapa del Angliru, consciente de los problemas de infraestructura que acarreaba. La meta era una explanada no demasiado amplia que no podía acoger el material técnico habitual en una llegada. La lluvia amenazaba con hacerlo todo más difícil. El resultado pareció irregular: la atención a los corredores fue buena, que era lo importante, pero las quejas de Pável Tonkov deslucieron la llegada: "No he podido hacer el sprint porque tenía cinco motos encima. ¡Ha sido increíble! No culpo a Jiménez, sino a la organización, después de lo que he sufrido no he podido disputar la victoria y eso no es justo". A las quejas de Tonkov se unieron las de algunos corresponsales de las televisiones extranjeras: "No hemos tenido información de ningún tipo, no teníamos referencias, hemos tardado mucho tiempo en enterarnos de la caída de Escartín".
Subir al Angliru en coche fue un auténtico problema, a la vista de la complicación que causó la lluvia. Y eso que la asistencia de público resulltó menor de la esperada. Se anunciaron 200.000 personas pero al final sólo fueron 50.000 las que siguieron la carrera.
Muchas furgonetas tuvieron graves problemas para alcanzar la meta; en cuanto se paraban en alguna de las rampas más duras, no podían continuar: las ruedas patinaban y eso terminaba afectando al embrague.
Un microbús destinado a la prensa hubo de desistir de hacer la subida. La niebla complicó el trabajo de televisión: el avión tardó en despegar porque había niebla en Oviedo. Algunos espectadores cortaron los cables que conectaban algunas cámaras fijas con la unidad móvil central. La prensa escrita no tuvo dónde ubicarse en la meta.
Sin embargo, los clientes de los patrocinadores de la Vuelta no sufrieron esas penalidades. Para ellos se instaló una confortable carpa gigante, pantalla de televisión incluida, donde podían seguir la etapa o esperar su finalización degustando un completo autoservicio. En la meta, disponían de una tribuna al efecto.
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