Amabilidad del tiempo
T.e.m.p.u.s. Por Comediants, sobre un guión de Joan Font, Jaume Bernadet y Moisés Maicas. Intérpretes, Carles Chamarro, Jaume Bernadet, Harris Gordon, Maribel Ibarz, Jin Hua Kuan, María Molins, Carles Romeu. Iluminación, Bernabé Martínez. Vestuario, Andreu Sánchez, Catou Verdier. Escenografía, Jordi Castells. Músico, Ernest Martínez. Dirección, Joan Font. Teatro Olympia. Valencia.Yo no sé por qué Joan Font se empeña en acogerse a Marx y Cioran, Lewis Carroll y Borges, nada menos, en el texto del programa de mano, cuando su espectáculo es tan ingenuo, en el mejor de los sentidos posibles, como casi todos sus anteriores trabajos. Lo que se anuncia como reflexión sobre el tiempo es poco más, en su hilo argumental, que un muestrario de estampas costumbristas sobre las celebraciones que pespuntan el recorrido del año (fiesta del tránsito entre años, epifanía, cuaresma, estallido de la primavera, verano, etcétera), según una concepción estética cuyo destinatario básico parece ser el público infantil. Nada que objetar a una opción de esta clase, sobre todo si se considera la muchas veces escasa calidad de los montajes que se ofrecen a los niños, y tanto mejor si también Comediants se decide a hacer incursiones de altura en ese territorio. Así las cosas, Tempus es muy brillante como trabajo para un público escolar y familiar y algo cansino para un espectador adulto que asista al teatro sin la compañía de niños. Hay que decir que a pocos minutos del arranque se conciben ciertas esperanzas respecto de los alardes de imaginación que nos esperan, al montar un atractivo número acerca de un reloj que ha enfermado, con su consiguiente recorrido por personajes estrafalarios a la búsqueda de remedios para el mal. Pronto, sin embargo, el montaje deriva hacia la consabida fórmula payasos más canciones, perdiendo en intensidad e imaginación lo que gana en auditorio. Más allá de estas reservas, producto de la ambiguedad con que se presenta el espectáculo, hay que celebrar una vez más la excelente profesionalidad de Comediants, su maestría en el manejo de máscaras, su medido dominio del espacio y esos hallazgos visuales (como un rey Baltasar enano y rodante) repletos de alegría y colorido que son la marca de la casa. Pero el conjunto queda en poca cosa si de verdad se trataba de ofrecer "una reflexión mágica alrededor de uno de los misterios universales más atractivos e inaccesibles". Según lo que se entienda por reflexión y por magia, claro.
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