Obras
En este otoño de exposiciones en el que Sevilla se está instalando brilla con luz propia la muy revolucionaria muestra de zanjas, calicatas, hoyos y perforaciones que amadrina la concejal del ramo Isabel Guerra, la nueva Juana de Aizpuru de este último sorbito de los noventa. Ha convertido a la ciudad, desde Triana a la catedral y desde Alemanes a la zanja de enfrente de su casa, en una vanguardista exhibición de paisajes violentados, como si sus artistas tuvieran en la paleta una intensidad de ocho punto cero en la escala de Ritcher. Qué manera de levantar. Qué mano para perforar. Una sobredosis de viagra calicatera enardece los bajos ciudadanos que, por mor del éxtasis alcanzado, arroja el balance visual de un predio decadente, romántico y casi devastado. No tengo nada que objetarle a la señora. Entre otras cosas está ahí para eso; para rehacer, reparar, estirar y adecentar la ciudad. Para impulsar su desarrollo y mejorar sus servicios e infraestructuras. ¿Que ocasiona molestias? Lógicamente. Aún no hemos descubierto al David Copperfield de las zanjas. Estas lógicas molestias han originado un debate ficticio, un debate de papel que sólo consume las energías de los políticos de pijama. Ese debate falseado sobre las molestias del ciudadano está, principalmente inducido, por estos políticos de pijama. ¿Que las obras ocasionan molestias? Una barbaridad. Casi tantas como una procesión, una noche de bakalao en el Arenal o una manifestación de defensores del diseño minimalistas. Pero sí hay que tener en cuenta que sólo esta clase de intervenciones hacen creer a la ciudad y mejorar su calidad de vida. En resumen: tanto importa el paso de las Tres Caídas que el peatón las evite porque Isabel Guerra ha convertido el centro en una sucursal del Gólgota. No obstante, espero que esto sólo sea un aperitivo en el gran menú de obras públicas que nos tienen preparado. A Alejandro Rojas-Marcos hay que apuntarle en su lista de logros ese magnífico estadio olímpico que nos ha dejado en La Cartuja. Pero todos esperamos del mago otro número espectacular para mandar a Copperfield a los albañiles de las calicatas de Guerra: el metro. ¿Lo hará o no lo hará? A mí me da el pálpito que veremos a este tipo inaugurando la primera línea del bicho.J. FÉLIX MACHUCA
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.