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Yo a Ordizia y él a San Sebastián

Esta es la historia de un desencuentro en toda regla. Y no precisamente de Hollywood. Sus protagonistas, el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Jesús Posadas, y su homónimo en el Gobierno vasco, Iñaki Gerenebarrena. Ambos necesitaban verse. Y no fue posible, a pesar de que la ocasión la pintaban calva. En un intento por evitarse a toda costa, cada uno decidió ir por su lado. Uno recaló en la feria de Ordizia mientras el otro se quedaba en San Sebastián, a menos de 40 kilómetros. La cronología de los hechos es la siguiente. El ministro anunció hace días su primera visita a San Sebastián para firmar un convenio con el Aquarium. El responsable vasco de Agricultura y Pesca consideró que era una buena ocasión para citarse y arreglar unos asuntos relacionados con la asignación de la cuota láctea a los ganaderos vascos, de la que, al parecer, el ministerio se había olvidado de informar a Bruselas. A partir de ahí, las razones del desencuentro difieren notablemente aunque el desencadenante giró en torno al punto de San Sebastián donde debía celebrase la reunión. Una cuestión de protocolo que dejó a las claras que cuando no existe voluntad entre las partes el entendimiento se hace difícil. ¿Debía ir el ministro a la sede del Gobierno vasco en San Sebastián, como sugería el consejero, o éste a la Subdelegación del Gobierno central, como defendía el ministro? El caso es que las quince manzanas de edificios que separan ambas sedes resultaron un escollo insalvable. "Es como si para reunirme con el ministro en Madrid me niego a ir al ministerio alegando que mi agenda me impide moverme de Euskal Etxea", señalaba ayer Iñaki Gerenebarrena desde las fiestas de Ordizia. El desencuentro era un hecho consumado. En ese instante, Jesús Posadas se sumergía en el imaginario fondo marino del nuevo Aquarium. Minutos después explicaba sus razones para rebatir los argumentos arrojados por el consejero vasco. "Me parece que soy una persona que me reúno con todo el mundo". Con él también". Y lo recalcó para dejar bien claro que no tenía ningún problema personal ni de agenda con Gerenabarrena. Sus citas ineludibles con el Aquarium y, por la tarde, con los representantes de las cofradías vascas le dejaban suficiente tiempo libre. "Le ofrecí al consejero recibirle inmediatamente después de mi reunión con los pescadores y parece que no fue posible". El ministro achacó la situación a un malentendido y expresó su deseo de verse con el consejero vasco y estudiar los problemas que plantée. Y sobre el posible error de no informar a Bruselas de la cuota láctea asignada por el Gobierno de Vitoria a los ganaderos vascos señaló que el tema da lugar a diferentes interpretaciones, aunque "sus argumentos [en referencia a Gerenabarrena] parecen razonables". Sí fue posible, y al parecer satisfactoria, la reunión de Posada con la delegación de las cofradías de pescadores. Sirvió para arrancar del ministro el compromiso de trasladar a Bruselas la exigencia de los pescadores vascos sobre las volantas. "Haremos la presión política correspondiente para que los acuerdos se cumplan, dijo el ministro, que consideró la exposición de las cofradías "muy acertada, razonada y con datos y papeles en la mano". Paradojas de la vida: el consejero vasco se trasladará hoy a Madrid para reunirse en el ministerio con el segundo de Posada. El uno por el otro, la casa sin barrer.

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