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LA CRÓNICA Nuestras escaleras ENRIQUE VILA-MATAS

No pensamos demasiado en las escaleras. Suele decirse que, cuando la gente no tiene en qué pensar, piensa en toda clase de cosas. Pero yo, por ejemplo -no será porque haya tenido siempre algo en qué pensar-, tardé más de 40 años en pensar por primera vez en las escaleras. Es más, una vez, me caí por una de ellas y me rompí la clavícula. Pues bien, después de la caída, pensé sólo en la clavícula, ni se me ocurrió pensar en la escalera. Tardé más de 40 años en registrar la existencia, supuestamente modesta pero en realidad importantísima, de las escaleras. Pensé en ellas por primera vez cuando recibí el encargo de un artículo que debía girar en torno a las escaleras y el cine. Llevan la razón quienes dicen que los artículos de encargo sobre un tema muy concreto suelen despertarnos vetas más creativas a los escritores que aquellos que se nos encargan diciéndonos que tenemos libertad total para elegir el tema. Y es que, en arte al menos, la libertad total no existe, es un fantasma, "el fantasma de la libertad", que decía Buñuel. Hasta el día en que no me encargaron ese artículo, no pensé realmente en las escaleras. Entonces me di cuenta de que, para no haberme fijado demasiado en ellas, tenía muchas de cine grabadas en la memoria. A bote pronto, anoté las primeras de las que me acordé: varias de Hitchcock, que fue un maestro en el uso de las escaleras: baste pensar en las de 39 escalones o en las siniestras de Psicosis que unen a Perkins con el fantasma de su madre; las de Acorazado Potemkin bajo las balas de los fusiles zaristas; las de la casa de Holly Golightly en Desayuno con diamantes o las de Lo que el viento se llevó, con su función litúrgica en las fiestas sureñas; la de Eva al desnudo, la de El crepúsculo de los dioses, etcétera. Consulto ahora a Cirlot y su Diccionario de símbolos y compruebo lo que sospechaba: la idea esencial que engloba la escalera es la de ascensión, comunicación entre los diversos niveles de la verticalidad. Ya en El libro de los muertos de los egipcios se dice: "Está ya colocada mi escalera para que pueda ver a los dioses". Por ello, la escalera es también uno de los símbolos más notables del culto a los antepasados. Y también quizá por ello, ver una escalera situada por debajo del nivel del suelo, es siempre un símbolo de apertura hacia lo infernal; de aquí que, por ejemplo, todos conozcamos a gente que no ha bajado en su vida al metro. Propongo un ejercicio al lector: tratar de ver, con la ayuda de mapas y planos adecuados, si es posible en Barcelona un itinerario que nos permita atravesar, a pie, en diagonal, la ciudad; atravesarla subiendo y bajando cualquier tipo de escalera como mínimo cada 10 o 15 minutos (en Lisboa puede hacerse fácilmente). No pensamos demasiado en nuestras escaleras, comenta Perec en Especies de espacios, y nos dice que lo más bonito de las casas antiguas eran las escaleras, que son precisamente lo más feo y frío de las casas de hoy. Y añade: deberíamos aprender a vivir mucho más en las escaleras. Pero, ¿cómo? Es una buena pregunta, me ha hecho recordar a un amigo de Madrid que se casó con una joven actriz de origen gitano que tenía una hija de su primer matrimonio. Al casarse y llevar a vivir a madre e hija al inmueble burgués en el que residía él desde hacía años, descubrió, con cierto asombro, que su flamante esposa pasaba el día en la escalera, lugar que le parecía el más apropiado para relacionarse y para que jugara la niña. Deberíamos aprender a vivir más en nuestras escaleras. Pero, ¿cómo? Es una buena pregunta; me ha hecho pensar en Odradek, el objeto más objetivo que inventó Kafka, un ser que, a primera vista, se asemeja a un carrete de hilo y al que "cuando uno sale por la puerta y lo encuentra apoyado justamente debajo de uno en la escalera, siente deseos de hablarle". Odradek es un ser que vive a veces en la escalera, aunque no tiene domicilio fijo y su risa es la de alguien que no tiene pulmones y suena más o menos como el susurro de las hojas caídas. A partir de ahora, cuando pensemos más en las escaleras, haremos bien en preguntarnos si en ese momento no estará Odradek en la nuestra.

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