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Congresos

VICENT FRANCH Con el otoño, y de bruces ante una inmediata campaña electoral para las generales, cuatro formaciones políticas valencianas tienen anunciados sendos congresos. Unos ya a la vuelta de la esquina (los del PP y PSOE), y otros, para varias semanas después (UV y BNV), constituyen un sustancioso espectáculo digno de algunas consideraciones genéricas que me propongo airear. El congreso del PP merece apenas unas breves, brevísimas consideraciones. No es apasionante. Se trata de un colofón a los recientes y reiterados triunfos electorales, y no presenta más aristas que las del acierto en el reparto generoso de lo mucho que hay. Sin agobios ideológicos, pletóricos de votos fieles y con un liderazgo a prueba de sus más conspicuos detractores internos o de entorno, será sin duda, ese tipo de reunión donde todo se sabe mucho antes y no se espera más sorpresa que el anecdotario, o el morbo de saber quien se sienta más cerca o más lejos del trono. Será un congreso virtual. El del PSOE, y a pesar de los aspavientos que unos y otros quieren destacar de los movimientos previos ahora mismo en plena euforia, va a ser, o debería ser, según intuyo, un congreso de resaca, es decir, como una cura de los excesos cometidos durante los tres últimos años, donde no ha faltado ninguna de las torpezas que condenan a un partido a la oposición sin convicción. Pero a pesar de que todo obliga a la constitución de una mayoría estable y amplia para salir del pasmo público que ha originado su guerra civil, no debería descartarse que en lugar de a aquello se llegase a una tregua falaz entre generales, administrada por una junta de coroneles de dos de las tres armas, con ausencia deliberada de toda novedad ideológica u organizativa. Porque los blindados de las viejas guardias no serán fáciles de desarmar. Pero su resaca les señala que otra carnicería sería fatal para la nueva cita electoral, donde la respuesta sería más votantes en casa. UV se enfrenta, después de su descalabro electoral (fuera del parlamento valenciano; y del gobierno, a la acera) a algo como un congreso de frustración, es decir, un cara a cara entre gladiadores derrotados por sus propias espadas, vigilados de cerca por leones y romanos, y convertidos al tiempo en pasto de los primeros o protegidos de los segundos. Sin necesidad de más piruetas ideológicas virtuales y enfrentados a la amarga hora de la evidencia, este valencianismo que dejó pasar todas las oportunidades para cumplir la mayoría de edad, podría derrumbarse definitivamente después de la confesión pública de sus vergüenzas que le espera en esas próximas sesiones. Y, finalmente, el BNV, que, de entrada, y por lo que se oye, va a articularse como partido, sin que hasta ahora se haya advertido claramente que lo del 15 de junio fue la ocasión de oro del nacionalismo para salir del gueto. Ese congreso, si el rumbo no cambia, de adhesión a la desgracia, es decir, de rúbrica a la apertura de una nueva travesía en el desierto (y casi nada hace esperar que sea de comprensión de lo realmente ocurrido, y del consiguiente cambio que es menester), debería tener en cuenta que la aceptable audiencia electoral no ha despertado en sus dirigentes y militantes la alarma ante lo que habría podido conseguirse de haber tenido seriamente en cuenta lo sucedido en estos últimos cuatro años en las filas de los competidores de la izquierda valenciana. Vicent.Franch@uv.es

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