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Indemnización a un aficionado quemado por "ultras" del Málaga

Dos miembros de la peña ultra Frente Bokerón, Javier Avilés y Mauricio Heredia, fueron condenados el jueves por el Juzgado de lo Social número 3 de Málaga al pago de 68.102.500 pesetas como indemnización de responsabilidad civil solidaria a Ramón Gómez Moreno, de 65 años, quien resultó con quemaduras de primer grado en el 65% de su cuerpo al verse envuelto en una fogata que encendieron los inculpados en la zona de fondo del estadio de La Rosaleda. Los hechos ocurrieron el 24 de septiembre de 1995 en los prolegómenos del encuentro de Segunda División B entre el Málaga y el Córdoba. "Yo llevaba nueve años sin ir al fútbol y tras acceder al campo me coloqué donde siempre lo había hecho, apoyado en la valla del fondo del estadio. Yo no sabía que allí encendían fuego y de pronto me vi rodeado de humo. Quise escapar de allí con tan mala fortuna que me metí directamente en el fuego. Después, tan sólo recuerdo que me socorrió un aficionado y un policía nacional hasta que llegó la ambulancia", recuerda Ramón.

La sentencia también prevé la responsabilidad subsidiaria del Málaga y de la compañía aseguradora Mapfre Industrial hasta el límite asegurado (50 millones de pesetas). El Málaga ya ha anunciado su intención de recurrir ante la Audiencia Nacional de Málaga porque según su presidente, Fernando Puche, "el siniestro no lo provocó el club", mientras que la aseguradora estudia también la posibilidad de recurrir el fallo.

Postrado en una silla de ruedas e imposibilitado para valerse por sí mismo, Ramón, que se encontraba ya jubilado cuando ocurrió el suceso, asegura que "todo el dinero del mundo no compensa el sufrimiento por el que he tenido que pasar". El veterano seguidor malaguista reconoce que en este tiempo "he seguido al Málaga", pero afirma que nunca volverá a pisar La Rosaleda.

"Ni proclamándose campeón de Europa conseguiría que yo volviera a ir al campo. Todavía hay noches en las que tengo pesadillas recordando lo que pasó y es que el fuego te marca", explica Ramón, quien pese al calvario vivido estos cuatro años no guarda rencor a sus agresores: "No quiero juzgarles, ni decirles nada, aunque no se hayan preocupado por mi estado en este tiempo. Lo único que espero es que hayan aprendido y no vuelvan a repetirlo, ni ellos ni nadie más".

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