El Liceo acaba la decoración de la gran sala
El telón del escenario del Liceo se levantó. Detrás no había nada que ver porque el espectáculo, ayer, era el mismo telón. El selecto grupo de personas convocadas -patrocinadores, representantes institucionales y medios de comunicación- ocupaban la platea iluminada por la otra estrella del montaje, la lámpara central, y miraban también al techo en donde se repetía como en un espejo el paisaje de butacas en las fotografías instaladas en los rosetones, los terceros y principales protagonistas de la jornada. El Gran Teatro del Liceo, que se inaugurará el 7 de octubre con la ópera Turandot, presentó ayer las tres piezas decorativas de la gran sala que faltaban para darla por finalizada por completo y que intentan otorgar un toque de modernidad al decimonónico conjunto: la lámpara, diseñada por Ignasi de Solà-Morales; las pinturas y fotografías de Perejaume en los 11 rosetones del techo y el telón de Antoni Miró. Es el duodécimo telón que tiene el Liceo y, tal como lo definió ayer Solà-Morales, es "simple y elegante", como la alta costura. En la zona del guardamalletas, el terciopelo es de color morado y está arrugado y cosido a mano; en la inferior, es de terciopelo bermellón, si bien en algunas zonas el color es más oscuro para causar el efecto óptico de que los gruesos pliegues son aún más pronunciados. La intención del diseñador era que éstos fueran realmente como pesadas y elegantes columnas, pero pese a que se ha dispuesto un sistema especial para sujetarlo, la normativa impedía que pudiera ocupar tanto espacio en el escenario. Según Miró, la diferencia de texturas y colores del terciopelo destaca la idea de "armonía y separación entre lo que vuela, la música, situada arriba, y la parte de abajo, más tradicional que es el teatro, el romanticismo clásico de la ópera". Si el telón juega a realzar este contraste entre tradición y modernidad que se quiere representar en el nuevo Liceo, en el caso de los rosetones del techo y el proscenio esta paradoja se acentúa. Perejaume ha conseguido que su trabajo se integrara en el conjunto sin renunciar a su compleja poética artística anterior, en la que siempre ha utilizado los elementos escenográficos como representación de la propia pintura. Desde que hace nueve meses ganó el concurso restringido para decorar el techo del teatro, Perejaume se ha mantenido firme en su idea inicial y se ha resistido a las presiones, intensas, para que los ocho rosetones del techo estuvieran pintados de forma tradicional. Los ocho rosetones son fotografías con una emulsión plástica que las protege, aunque el resultado es igualmente pictórico. Las imágenes son fruto de un trabajo por ordenador en el que ha digitalizado una butaca que se repite hasta el infinito y configura un paisaje circular, con el centro ligeramente desplazado, en el que aparecen pequeños retazos de un cielo tormentoso. En los tres rosetones del proscenio, que representan en cierta manera el pasado del teatro, se trata de pinturas al óleo, y lo que aparece es una platea con un escenario en el que se ven las antiguas pinturas que decoraban el teatro. "Es un juego de técnicas muy bonito, mejor que la idea inicial que tenía de combinar al mismo tiempo fotografía y pintura", afirmó ayer el artista. La lámpara tiene un diseño sencillo, con forma de media cúpula invertida que reforzará el sonido de la parte central y que incluye un sofisticado ingenio técnico en su interior. Es una obra colectiva del equipo de arquitectos encargado de la restauración, pero el mismo Solà-Morales reconocía que la autoría era suya en gran parte. "Es una solución que sustituye la antigua lámpara de araña, que nadie había visto porque desapareció a principios de siglo", explicó Solà-Morales. El hueco que antes ocupaba esta lámpara había sido un problema en el viejo Liceo porque modificaba el sonido en la parte central, asunto que ahora está solucionado. Además, la posibilidad de que pueda abrirse el anillo exterior de la misma permite su utilización para situar focos, cámaras de televisión o aparatos de sonidos. Con estos tres elementos se considera acabada la gran sala del teatro, que en conjunto parece como una copia exacta de la anterior, aunque ha habido modificaciones, como una mayor pendiente y la desaparición de unas 50 butacas, realizadas por motivos técnicos para facilitar una mejor visibilidad.
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