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Censo del PSPV

J. J. PÉREZ BENLLOCH Del PSPV se puede asegurar que nunca fueron la mayoría de los que estaban ni estaban todos los que eran, pero al partido no le importó mucho hasta ahora esa falsificación con tal de acumular afiliados. Al pairo de la bonanza política y de las expectativas de destino el colectivo socialista valenciano -y no sólo valenciano- acogió en su seno a toda suerte de cazaprimas y solicitantes sin parar mientes en el talante y autenticidad del aspirantado. Lo decisivo durante muchos años ha sido nutrir el censo, sumar cofrades con tal de configurarse como la segunda de las federaciones del PSOE por el número de sus militantes. Momento hubo en que, al menor descuido, el vecino del quinto o tu amigo del alma te alistaba sin comerlo ni beberlo en su agrupación, y así resultó que en las anacrónicas, pero entrañables, Casas del Pueblo confluyesen indiscriminadamente los epígonos del fundador Pablo Iglesias y los del cantante melódico Julio. No se colija de lo dicho que tal picaresca fuera exclusiva de los socialistas, pero tampoco parece aventurado afirmar que ha sido en este partido donde alcanzó cotas escandalosas debido al señuelo del pesebre político y la presión del desempleo. Prueba de ello es que, una vez desahuciados del gobierno, se ha producido una espectacular diáspora. Sólo en la ciudad de Valencia, y aún procediendo con muy laxo criterio, se han eliminado de los ficheros 2.000 de los 4.700 compañeros afiliados. Estaba "hiperdimensionado", ha dicho un talento crespuscular del socialismo indígena. Y lo sigue estando, hasta el punto de que bien podría quedarse en cuadro si se aplicase un mínimo rigor. En todo caso, celebremos esta iniciativa depuradora, forzada por las conveniencias congresuales antes que por la voluntad de sus gestores. Sospechamos, y toléresenos el juicio de intenciones, que de no haberse emprendido la ofensiva contra el secretario comarcal de Valencia, José Luis Ábalos, apenas se hubiese movido un dedo para desmontar tamaña ficción. Ya tenemos jibarizado el PSPV y a ojo de buen cubero bien podría haberse quedado en su mitad. Tampoco será un drama. Al fin y al cabo es lo mismo que acontecerá en las demás federaciones, si han procedido al debido tamizado de sus listados. Ciprià Ciscar, el secretario federal de Organización, está al corriente de este fenómeno, presuntamente transitorio y propio de las horas bajas que pena el partido. Ya volverán días mejores en los que el sesgo electoral y la euforia del poder susciten las innumerables vocaciones socialistas u oportunistas de otrora. Claro que todavía habrá que esperar unos cuantos años hasta poder postularse como alternativa al PP. Hoy por hoy hay mucha mohína donde antaño hubo harina. Nos consta que en este trance resulta intempestivo preguntar si ha de ser éste el fosilizado modelo de partido que los socialistas nos proponen para el nuevo milenio. En estos momentos no tienen la cabeza para otros desvelos que no sea acabar con la provisionalidad de la gestora que los pastorea y la elección de un líder. Lo deprimente es que, diligenciado el trámite en el inminente congreso, todo ha de continuar igual. En punto al censo, al menos, la militancia será más o menos numerosa en función de la pitanza que se reparta. Ahí se condensa toda la capacidad ilusionante del socialismo partidario.

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