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Entrevista:

MIKEL ODRIOZOLA MARCHADOR "Me siento como el embajador de la marcha en Euskadi"

La televisión despidió a Mikel Odriozola y su breve carcasa a lomos de una camilla, un brazo fláccido asomándose por uno de sus costados. Acababa de desplomarse sobre el tartán del Estadio de La Cartuja después de contonearse durante 20 kilómetros aprovechando la técnica singular de los marchadores. Demasiado calor, sudor y esfuerzo para concederse un puesto discreto (18º) en el Mundial de Sevilla. Demasiado también para su amigo y compañero Paquillo Fernández (11º) al que la prensa colocó inmediatamente la palabra decepción como segundo apellido. A Mikel Odriziola (26 años), recién aterrizado entre los grandes marchadores, su nuevo rol le impide todavía desilusionarse con los reveses de la competición. Por eso, sin bajarse de la camilla, preguntaba ya por el estado anímico de Paquillo, más favorito que él, más presionado y más vulnerable ante la adversidad. Pregunta. Cuando se refiere a la cita de Sevilla, cuenta que pasó un suplicio. ¿Cómo se describe eso? Respuesta. No fue la carrera más dura de mi vida, pero entre los kilómetros 11 y 13 lo perdí todo. Marchaba con buenas sensaciones y de repente me vine abajo, posiblemente por el calor. Todavía no me explico lo que me pasó, pero lo cierto es que noté una sensación de vacío en el cuerpo y no pude seguir al mismo ritmo. Me recuperé a falta de tres kilómetros y acabé esprintando... hasta la camilla. P. Paquillo Fernández tampoco cuajó una gran actuación. ¿No se precipitó la prensa al concederle el rango de favorito? R. Paquillo salió muy presionado, demasiado para sus 22 años. Para él, como para mí, se trataba solo de nuestro segundo campeonato importante, después del europeo de Budapest de 1998 [Odriozola finalizó cuarto en la prueba de 50 kilómetros y Paquillo obtuvo el bronce en la de 20] y la prensa exageró bastante sus posibilidades. P. No parece muy decepcionado. R. No lo estoy porque esta es sólo la segunda temporada que preparo el calendario internacional. Antes que lamentarme, prefiero pensar en toda la experiencia que he adquirido, algo que me concede mucha fuerza para afrontar el futuro. P. ¿Qué empuja a un chaval de Renteria hacia un deporte casi anecdótico en el País Vasco? R. Fue la casualidad. Yo jugaba al fútbol en el Touring y practicaba algo de atletismo en la ikastola, donde hice mis pinitos con la marcha. Tras dos años de inactividad, decidí, al cumplir los 17, practicar el atletismo. Así que me acerqué al Club Atlético Renteria y allí me comentaron que no disponían de marchadores. En 1991, ya entrenaba en San Sebastián con Juan Antonio Martínez. P. Ahora le entrena Marín, uno de los técnicos más prestigiosos, y vive en Barcelona desde 1997. R. No me quedaba más remedio que trasladarme al Centro de Alto Rendimiento de San Cugat si quería progresar en el plano internacional. Después de recibir ayuda económica de mi club y de la federación vasca, gané una beca y gracias a ella vivo. P. Pero parece complicado asegurarse el futuro con la marcha. R. Sí, esto no es el fútbol, desgraciadamente. Sigo estudiando. Aunque ya soy Técnico de Mantenimiento y he completado un curso de Dirección de Entidades Deportivas, me gustaría cursar estudios de magisterio. Además, si me sale un año malo no me renuevan la beca. P. Dice el mexicano Bernardo Segura, una de las grandes figuras de la marcha, que el marchador es alguien predispuesto al sufrimiento. R. Y tiene razón. Yo sólo espero que todo el sacrificio que hago sirva para algo, aunque en el Mundial no haya conseguido gran cosa. P. La marcha es una disciplina que no convence al gran público. ¿Está de acuerdo? R. La marcha no es espectacular, y el público demanda espectáculo como el que ofrece el fútbol. P. ¿Qué le impide correr cuando compite? R. La técnica. Marín cuida mucho ese aspecto y a mí sólo me han descalificado dos veces en toda mi carrera. P. ¿Siente que debe promocionar aquí su deporte? R. Me siento un poco como el embajador de la marcha en Euskadi. El próximo campeonato de Euskadi se celebrará en Renteria por vez primera, y eso es para mí un éxito.

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