Tránsfugas o el asalto al poder
Mientras la politica beneficie a unos cuantos habrá "gente que salte", dice Gomariz, ex dirigente del PP
Susana Bermúdez no es ni pionera ni original. El 22 de noviembre de 1991, una concejal de Benidorm, Maruja Sánchez, escribía el guión que, voluntaria o involuntariamente, ha repetido la ceutí: las dos, socialistas, estuvieron desaparecidas desde la presentación de la moción de censura hasta el momento de consumar su cambio de chaqueta; ambas fueron premiadas en el área de Cultura, y ambas redondearon el presupuesto familiar colocando a sus esposos en el mismo viaje. Bermúdez ha dado el gobierno de la ciudad al GIL. Sánchez entregó la alcaldía de Benidorm a Eduardo Zaplana (PP), catapultado desde allí a la presidencia de la Generalitat valenciana, y asistió a la filigrana de que éste se fuera al nuevo cargo condenando sin pestañear el transfuguismo. Para entonces había habido en la política española otros casos notables de cambios de uniforme. Pero dos tuvieron particular notoriedad. Las madres de todos los tránsfugas fueron Nicolás Piñeiro, que en 1989 impidió, negándose a votar una moción de censura contra el socialista Joaquín Leguina, que Alberto Ruiz-Gallardón accediera a la presidencia de la Comunidad de Madrid, y José Luis Barreiro, ex vicepresidente de la Xunta de Galicia con Gerardo Fernández Albor, que en 1987 entregó el Gobierno gallego al PSOE, al marcharse con otros cuatro diputados de su formación, Alianza Popular, de la que era secretario general en Galicia.En el periodo de un año, Barreiro fue vicepresidente de la Xunta con AP y con el PSOE -Ejecutivo presidido por González Laxe-, mediante un pacto que tejió con los socialistas desde Coalición Galega, a la que había llegado tras fundar un partido de corta vida, la Unión Demócrata Galega. La jugada de descabalgar a Fernández Albor y al PP de la presidencia autonómica le valió el apelativo de El Felón, acuñado por Manuel Fraga y gozosamente repetido luego por la militancia conservadora. Los populares le pagaron con una denuncia por adjudicar una lotería instantánea -tenía la gestión del juego en Galicia- al representante de una sociedad no constituida, y el Tribunal Supremo le condenó por prevaricación a seis años y un día de inhabilitación para ejercer cargos públicos. Tuvo que dimitir.
Nicolás Piñeiro, elegido diputado autonómico en las listas del PP, había dejado esta formación y fundado, en 1988, el PRIM (Partido Regionalista Independiente de Madrid), cuando, en 1989, "Fraga, Suárez y Mario Conde acordaron ir al asalto del poder y echar a los socialistas", explica."Sin que nada estuviera previsto, se hizo una operación espuria de asalto al poder del PP con el CDS de Suárez para quitar el gobierno de Madrid al PSOE, que era el partido más votado. Yo me vi envuelto en una moción de censura que no promoví, y lo único que hice fue abstenerme". Su compañero de partido José Luis Ortiz sí votó contra Leguina, pero Piñeiro le libró de la caída.
Se dijo que Leguina había premiado su devoción con 125 millones de pesetas, algo que el entonces presidente madrileño negó y que Piñeiro rechaza. "Los ofrecimientos espurios, intentos de compra y amenazas me vinieron del PP, y la situación paranoica me la creó el Abc del señor Ansón".
Este perito industrial de 57 años, con fama de tener negocios no siempre claros y más de una acusación de tráfico de influencias, dice que no se arrepiente de nada en política y que sus 41 años de prestaciones laborales, 19 como directivo de banca y 22 como director administrativo de unos grandes almacenes, son impolutos. Ahora se considera jubilado, vive "de una serie de empresas que siempre tuve" y se centra en una asesoría jurídica con el resonante nombre de Procónsul. Pero si está jubilado en lo laboral, ningún paralelismo en lo político. "Soy lo suficientemente conocido en toda la zona norte de Madrid, donde aún recibo tontamente 18.000 o 20.000 votos".
José Luis Barreiro, en cambio, asegura vivir absolutamente al margen de la política, pide que "no se hagan las preguntas así, como si ser tránsfuga fuera una profesión", y, en contra de quienes aseguran que está esperando la retirada de Fraga para volver a coger los trastos de matar, afirma: "Si echara de menos la política, volvería, porque la sé hacer. Pero me parece que ni a mí me hace falta la política ni yo le hago falta a ella".
Barreiro, de 50 años, da clases de Teoría Política en la Universidad de Santiago, escribe en La Voz de Galicia, se entretiene con la fotografía, la música y la lectura -"menos deporte, hago casi todo"-, y hasta es autor de un libro titulado Ética del poder. ¿Basado, quizá, en su experiencia? "No, no, no, no. Yo estudié filosofía y políticas antes de esas cosas, y en función de eso he escrito un libro".
En la Universidad de Zaragoza, dando clases de psicología y cuidando las almendras de su mujer, en Belchite, o jugando al ajedrez, se refugió Emilio Gomáriz, de 56 años, ex secretario provincial del PP, que en septiembre de 1993, ya desde el Grupo Mixto, llevó a la presidencia aragonesa al socialista José Marco, en sustitución de Emilio Eiroa, del Partido Aragonés Regionalista (PAR), entonces aliado de los populares. Fundó más tarde Dinámica Social Aragonesa (DSA), "y no sacamos nada, por lo que lo dejé. A mí me retiró el pueblo, no los políticos".
Dice que "la gente del PAR es más de derechas que los del PP", sigue negando que hubiera dinero de por medio y añade que a veces "la política se convierte en un instrumento que beneficia a unos cuantos, y si tanta gente asedia al político para pedirle favores es porque se les conceden". "Mientras esto sea así", termina, "habrá, llámenles tránsfugas o como quieran, pero habrá gente que salte".
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