"Sólo me gana el mejor"
Yago Lamela declara al terminar la prueba que espera saltar 8,70 el próximo año o el siguiente
La nueva generación de deportistas españoles, la juventud alegre y sin complejos, ya tiene eslogan. "He disfrutado como un enano", dijo Sergio García, el golfista castellonense de 19 años, cuando quedó segundo en el campeonato de la PGA estadounidense. "He disfrutado como un enano", repite como un eco apenas dos semanas después Yago Lamela, el saltador asturiano de 22 años, después de quedar segundo en el Mundial de Atletismo de Sevilla. Disfrutan y hacen disfrutar. Más lema. Nuevos tiempos. Tan nuevos que a un español medio, tan hecho al estoicismo y la resignación de siglos, le cuesta trabajo interpretar que un chavalín asturiano, o castellonés, o de donde sea, muestre un pelín de descontento en el rictus por haber quedado segundo en la mejor competición, como Reyes Estévez tras terminar tercero en 1.500."No, para nada estoy triste por ser segundo", aclara con su voz átona, traicionado por una seria mirada, Lamela. "Al final, otra vez Pedroso por delante", continúa. "Creía que este día podría con él, lo he intentado pero no ha sido posible. Otra vez será". Cita con el oro en Sydney 2000, se anuncia la próxima película del asturiano después del estreno ayer de Duelo de titanes. Juventud de película. "Plata en Maebashi, plata en Sevilla, y siempre Pedroso oro", reflexiona Lamela. "Esto me sitúa ya en la elite. Sólo me gana el mejor".
¿Sudan los saltadores? Eso dicen, pero uno duda. La zona mixta es otra cosa cuando ellos llegan. Frescos, sonrientes. Tienen que pedir perdón casi. O deberían. Los maratonianos, que comparten vestuario por coincidencia horaria, abatidos, sepultados bajo toallas blancas. Atletismo de veteranos, de sufrimiento. Los saltadores, allí, de un lado para otro. Atletismo de jóvenes, de disfrute; atletismo de exhibición. Y, sin embargo, el trabajo es el mismo, igual el sacrificio. Cortas tardes invernales de entrenamiento; largas jornadas buscando la clave de la superación. Lesiones y depresión. Y la dureza de la competición. "Creo que he competido muy bien, aunque me he quedado a medias con mi marca, pero no hay prisa. Soy joven. Estoy en progresión. Voy a seguir mejorando". Competición: "Salí muy fuerte porque quería empezar con un buen salto que me colocara en zona de medallas y luego poder mejorar. Luego quise arriesgar, pero quizás me descontrolé en un par de saltos , quizás fue por falta de experiencia, quizás me excité demasiado, tanto aplauso, tanto público: en algunos saltos tuve fallos técnicos, fallos de principiante. Pero no ha sido ningún problema de presión, me he sentido seguro".
Los saltadores son los hombres del instante mínimo. De los cinco segundos de carrera, de la milésima del impulso, de los dos o tres de vuelo. Son, así, los hombres del momento mágico, de aquel en el que todas las células de su cuerpo les dicen OK, y sienten por detrás un soplo del alma. Son las sensaciones. Buenas o malas. No tienen nada que ver con la forma física. Sólo sensación. "Fantásticas, oye, mis sensaciones han sido fantásticas", canta Lamela. "Por primera vez me he sentido un atleta con experiencia en la alta competición. He disfrutado como un enano, ¿sabes?. He competido contra el mejor saltador del mundo y me ha contemplado el mejor público".
Cuando explotó en Maebashi, una madrugada de invierno en la que España se despertó sobresaltada por un asturiano que había saltado 8,56 metros allí lejos, en el Mundial de Japón, los analistas y técnicos se cargaron las pilas. Ellos sí que disfrutaron como enanos. Por primera vez todo su potencial de trabajo al servicio de un tipo con posibilidades. Se acabó aquello de mirar con envidia a norteamericanos, cubanos y rusos. Con la hoja de cálculo, la regla y un poco de ciencia, llegaron a una conclusión: Lamela está para 8,70 metros dentro de nada. "Aún me falta tiempo para tener una técnica más consistente que me permita saltar todo lo que el cuerpo puede dar de sí", dice. "¿8,70 metros? Puede ser, si no el próximo año, el siguiente".
Protesta de Juantorena
Juventud veterana y combativa. Iván Pedroso. 27 años. Ganador nato. El mejor del mundo. Tercer oro mundial consecutivo. "Pero aún me acuerdo de mi derrota en Atlanta en el 96", se dolía ayer. "Es lo que me falta. Un título olímpico. Es lo más bonito a lo que pueda aspirar un deportista. Así que ya saben: el oro caerá en Sydney", dice con la misma seguridad con la que analiza la competición. "Tenía aquí el oro muy claro". Sin embargo, Pedroso, ejemplo para la militancia cubana -"se lo dedico este oro a todo el pueblo cubano y al comandante en jefe", proclamó-, no se sentía feliz del todo. Echaba de menos a alguien. "Es que hace tiempo que no saludo a Javier Sotomayor , no he podido hablar con él y quiero desde aquí saludarlo y dedicarle muy especialmente este triunfo", dijo. "Estamos todos muy doloridos con lo que le pasó".Sotomayor aún no ha sido sancionado oficialmente, y Alberto Juantorena, vicepresidente del Comité Olímpico Cubano, descartó, en declaraciones a la agencia DPA, que fuera a sancionarle el deporte cubano. También en una entrevista concedida a esa agencia de noticias alemana, Juantorena criticó a EL PAÍS, por un hecho sobre el que el propio Pedroso no efectuó ningún comentario. Se trata de una pequeña información publicada el viernes donde se denunciaba que la policía había pedido la documentación a Pedroso y otros atletas negros (durante sus entrenamientos en Guadalajara) al salir de una joyería. Juantorena interpretó que la información pretendía enturbiar el ambiente de rivalidad entre Pedroso y Lamela. "Es una manipulación", dijo Juantorena. "A Lamela se le pone saltando con un cintillo muy especial y bonito, y debajo a los atletas cubanos con la policía pidiéndoles identificación. ¿Por qué poner esa foto en un momento tan bonito del campeonato?. Me he sentido ultrajado".
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