Figo acaba con un mal rato
El Zaragoza aguanta largo tiempo al Barça en el Camp Nou después de un partido plomizo y falto de épica
Volvió el Barça sobre sus pasos en el arranque de la Liga, y con el viejo equipo se recuperó el abecedario del curso pasado. Reniega la hinchada largo rato para después mostrarse indulgente con el equipo y acabar abrazada a la joroba de Figo, a la zurda de Rivaldo, al brazalete de Guardiola o al cuerpo de Kluivert. Nada nuevo por el Camp Nou. Buenas noticias, pues, para los contables: dos goles, tres puntos, y a por el Racing de Santander.El partido no dio para nada más que para exigir un triunfo a escote. Estaba pasando el Barça un mal rato frente al Zaragoza. Tan feo estaba el asunto que de pronto aparecieron Guardiola y Juanele frente al balcón del área forastera, una situación poco frecuente tanto para el capitán como para el delantero, dos futbolistas muy lúcidos, esquivos con el cuerpo a cuerpo. Y, sin embargo, Guardiola y Juanele forcejeaban por una pelota sin dueño en zona de peligro. No paró el catalán hasta que le rebanó el cuero al asturiano, levantó la ceja y se lo puso a huevo para Figo.
BARCELONA 2
ZARAGOZA 0Barcelona: Hesp; Reiziger, Déhu, Bogarde, Sergi; Guardiola; Luis Enrique (Gabri, m. 58), Cocu; Figo, Kluivert (Dani, m. 68) y Rivaldo (Nano, m. 77). Zaragoza: Juanmi; Pablo, Aguado, Paco, Sundgren; Marcos Vales, Acuña, Garitano (Aragón, m. 69), Martín Vellisca; Jamelli (Juanele, m. 71) y Milosevic. Goles: 1-0. M. 75. Guardiola le roba la pelota a Juanele y sirve para Figo, quien controla con el pecho, recorta a Paco y remata a gol con la derecha. 2-0. M. 77. Cocu toca para Sergi, el lateral progresa por el flanco izquierdo y su centro lo remata Dani con la zurda en el primer palo. Árbitro: Rodríguez Santiago. Mostró la tarjeta amarilla a Déhu y Acuña. Unos 70.000 espectadores en el Camp Nou.
El portugués entró en escena como un ariete. Midió mal el salto Pablo y la pelota se acomodó en el pecho de Figo, para después dejarse caer sobre su zurda, recortar la entrada de Paco y cruzar con la diestra a la red.
Apaga y vámonos. El Zaragoza se rindió y el Barça se aseó un poquito en el último tramo, tiempo para que Dani metiera la zurda en un centro de Sergi y sentenciara la contienda. Los goles fueron un alivio para una hinchada que estaba ya de muy mala leche. Hubo a quien le entró la modorra muy pronto y las ganas de ir a por el coche, y otros prefirieron mantener el asiento en un acto de servicio. Más que espectadores eran militantes. Tenía el partido muy mala pinta y a Van Gaal le dio por darle la vuelta a la libreta. Así que en un partido caótico, sin pies ni cabeza, no se le ocurrió nada más que retirar a Luis Enrique primero, después a Kluivert, y amenazaba también con sustituir a Rivaldo cuando entre Guardiola y Figo acabaron con la resistencia aragonesa. Una escena ya conocida en el estadio. Más que el inicio de un nuevo campeonato, fue la prolongación del anterior.
Volvió el Barça a sus orígenes. Está más cómodo el grupo azulgrana con el dibujo de Van Gaal: el llamado 2-3-2-3, que traducido significa prescindir de un cuarto medio que doble al ariete a cambio de ganar un segundo central. Un despliegue que, por conocido y memorizado, aporta una sensación de estabilidad defensiva aparente. El Zaragoza agradeció la propuesta azulgrana. Los rivales gozan hoy de la misma información que tiene el Barcelona, y Rojo leyó todas las intenciones de Van Gaal: tapó las bandas, presionó a Guardiola, agarró a Kluivert y procuró que Rivaldo jugara más para adentro que hacia afuera. Desde el conocimiento de unos y otros, salió un partido previsible, poco virado, demasiado lento. Ya muy visto por repetido.
Normalmente, ocurre que el Barça toca y toca para no llegar a ningún sitio. No está el grupo a punto físicamente y la pelota siempre viaja a gusto del rival: blanda, lenta, pusilánime. La ejecución es tan pesada que el juego se convierte en muy pastoso. A veces se dan partidos en los que un córner, una falta o una llegada de los volantes arreglan el patio. Otras, sin embargo, no queda otro remedio que encomendarse a Rivaldo, y si no a Figo, y si hace falta a Kluivert. Tiene el Barça tantos recursos que siempre hay quien le pone el triunfo al alcance.
Le costó ayer más que otras veces. No sólo por la falta de fondo, sino por la ausencia de Frank de Boer. La baja del holandés precipitó los acontecimientos y dejó al equipo sin salida. De la comodidad se pasó muy pronto al acomodo y, acto seguido, a la somnolencia.
Pasada la hora, ya estaba el Barça arremangado, jugando como local más que como campeón, buscando el marco contrario sin atender a razones. El Zaragoza aguantaba con garbo. Muy solvente en defensa, bien tapadito, apuntó un par de contras que dejaron a Hesp con las manos muy calientes.
Al equipo de Rojo se le fue el partido en un momento. Como les sucede a todos los equipos de medio pelo que se enfrentan al Barça. Trabajan, se enfrentan al rival, aguantan y acaban por norma cediendo a la capacidad individual de los azulgrana. Un día es Rivaldo, otro Kluivert y cuando peor está el partido, entonces aparece Figo.
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