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La estrella que bajó de su nube

Ser consciente de la condición humana no resulta fácil cuando se tiene todo lo que se desea. Steffi Graf tardó mucho tiempo en descubrirla. A pesar de que en su vida se entrelazan las lágrimas con las sonrisas, esta alemana, de 30 años, no bajó de la nube en que estaba instalada hasta que su hermano Michael le comunicó, en un aeropuerto de Estados Unidos, en 1997, que su padre, Peter, estaba detenido por evasión de impuestos. Cuando eso ocurrió, Graf apenas se relacionaba con el mundo en que vivía y estaba inmersa en una gran burbuja creada por su padre, su madre, Heidi, y sus agentes. Se limitaba a jugar, a acumular títulos y a ganar más dinero del que podía gastar. Sus contactos con el resto de jugadoras eran mínimos y sus relaciones se producían más fuera del circuito que dentro. Pero aquel mundo de hadas se desmoronó. Y, de golpe, una tarde de verano, se encontró agarrando con fuerza el volante de su coche, en el andén de una autopista alemana, y llorando desconsoladamente..No eran sus primeras lágrimas, ni las últimas. Pero en aquel momento, Graf realizó una profunda reflexión sobre su vida y decidió que a partir de entonces sería ella quien la dirigiera. Fue un momento duro, pero supuso un renacimiento personal. Aquel mismo año, 1997, Graf fue operada de una lesión en una rodilla en Munich. Y en el centro de rehabilitación coincidió con la tenista argentina Inés Gorrochategui, cuyo carácter extrovertido devolvió a Graf una parte de su personalidad, soterrada bajo el peso de su divismo.Cuando regresó al circuito, la alemana había cambiado. Era una persona mejor, capaz de relacionarse y de asumir el peso psicológico de su aportación al tenis. Pero, a la vez, era una jugadora con bríos renovados y con ganas de demostrar su calidad.

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En 1997 y 1998 Graf disputó poquísimos torneos. Sufrió lesiones en la espalda, en un tobillo y en las rodillas, pero este año, por fin, las superó. Ganó en Roland Garros y se despidió de París. Llegó a la final de Wimbledon y también se despidió de Londres. Y quedaba Nueva York. Ya no llegó. Una lesión el 4 de agosto en San Diego fue la espoleta final. Graf se va. Dice adiós en uno de los momentos más dulces de su vida tanto deportiva como personal. Fue una diva comparable a las más legendarias como Margaret Court, Martina Navratilova o Chris Evert. Pero más importante que eso, es que fue una estrella que encontró el camino para descender del universo que otros le habían creado. Steffi logró bajar de su nube. Y ahora vislumbra un futuro cómodo, pero vital.

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