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Tribuna
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Julia

En el nuevo orden internacional, si se puede bombardear cualquier lugar del mundo según designio del poder globalizado, ¿por qué no pueden los intelectuales orgánicos de Telefónica cesar a Julia Otero y aniquilar el programa de más audiencia radiofónica de la tarde? Yo era asiduo oyente del programa, necesitado, entre otras, de las raciones de talento crítico de Manuel Delgado o de Carlos Boyero, dos incorrectos en el contexto de un programa cultural y políticamente incorrecto en el que hasta los de derechas eran inteligentes y las izquierdas no parecían pasadas ni por la parrilla ni por la tercera vía. Se acusa al programa Las tardes de Julia de ser elitista y, sin embargo, ganaba la batalla de la audiencia a todos los demás programas que no pretendían ser elitistas. El carácter peyorativo de la palabra elitista no procede, pues, de su significación supuestamente minoritaria, sino de su cualidad de parecer diferente sin ser minoritario.Bastaba escuchar las intervenciones de los radioyentes para descubrir el excelente nivel del programa y su condición de no menos excelente síntoma de que se podía hacer una radio inteligente porque los radioyentes no son tontos. Si se destruye un programa victorioso en audiencias en tiempos en que la ley del mercado guía la ética y la estética es que el establishment de vez en cuando se saca la máscara utilitarista y enseña sus finalidades ideológicas. Los divinizadores del mercado no respetan el veredicto de la audiencia cuando no se ajusta a su filosofía del mundo, del demonio y de la carne.

Cautiva y desarmada la profesión periodística, más cerca del pensamiento débil que de la Crítica del programa de Gotha, el golpe de estado radiofónico de Onda Cero va a entretener tres o cuatro días la curiosidad general, un tanto perpleja ante el coste del fichaje de Anelka y alertada sobre la posibilidad de que las dimensiones del pene del conde Lequio fueron un efecto especial de Spielberg. Cualquier día se van a ocupar todos los objetivos del poder político-económico y el consumidor de medios de comunicación será repetidamente violado, cada vez que le retiren una propuesta mediática en la que había confiado. Lo de Onda Cero parece una limpieza étnica, pero dudo que la OTAN bombardee Telefónica.

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