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LA CRÓNICA Largo viaje al presente PEDRO ZARRALUKI

"Cuando Bob Marley murió, le encontraron en la cabeza más de 100 especies distintas de piojos". Eso oigo mientras conduzco mi automóvil, atiborrado de adolescentes, hacia un concierto de ska que se celebra en las Cotxeres de Sants. "Me lo han dicho. Y me han dicho que el zumo de naranja es lo mejor para hacerse cresta en el pelo". Curiosamente confundido, descargo a la tropa frente al local y voy a buscar aparcamiento. Ha llegado el momento en el que debo enfrentarme a una realidad: el ska me persigue. Lo encuentro en todas las fiestas de barrio, en la música que suena en mi casa. Mi hija mayor es saxofonista de un grupo llamado Moonrakers, un grupo de ska. Mi hijo pequeño tararea canciones de Ska-P, me pide que le lleve a conciertos y habla con sus amigos de los piojos de Bob Marley. Pero, ¿qué diablos es el ska, aparte de la fusión de música jamaicana con otras muy distintas? Decido enterarme un poco. Esta vez no me limito a llevar a mi hijo al concierto: entro yo también. En las Cotxeres de Sants todo el mundo es muy joven. Se presenta el segundo disco de dos formaciones musicales: La Gran Orquesta Republicana (Lo importante está en tu cabeza) y Discípulos de Otilia (Otiliamina pura). Me dejan pasar a los camerinos. En el back-stage, que consiste en un tirador de cerveza instalado en un pasillo, converso con los componentes de La Gran Orquesta. Dos de ellos llevan bañadores y todos lucen camisas floreadas. Son mallorquines y no les falta sentido del humor. Unos minutos después, ya en el escenario, explican que han venido con el traje regional de su tierra. Da comienzo el concierto. Paseo por los lindes de la multitud que se agolpa frente al escenario. El ambiente aún no se ha caldeado. Para mi asombro, me cruzo con alguna muchacha neo-hippie: largas faldas, hombros abatidos y una huidiza incógnita en la mirada. Sin embargo, prevalecen los tirantes a cuadros, que suelen llevarse caídos, y las camisetas. Lo de las camisetas es una explosión de literatura de retaguardia. Me dedicó a seguir con disimulo a los asistentes para poder leerles las espaldas. Encuentro verdaderos manifiestos contra la hipocresía del poder. Hay también retratos del Che Guevara con el lema más optimista de la historia: "Hasta la victoria siempre". Y una lacónica y fantástica declaración de principios: "No quiero ser como tú". La Gran Orquesta Republicana hace honor a su nombre en las letras de sus canciones. Son muy republicanos y concienciados. "¿Qué pasa en Chiapas?", grita el cantante. "Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres". Juegan también a hacer una versión de la música de Fellini ocho y medio. Apostaría cualquier cosa a que entre su público nadie ha visto la película. El cantante se despide con un alarido: "Soy un bastardo. No tengo patria". En el interregno conozco al representante de Tralla Records, la casa discográfica que lleva a estos grupos y a otros como Skaparapid y Komando Moriles. Se llama Pep, tiene el pelo teñido de un rojo alarmante y me habla en un tono serio aunque cordial. Promete faxearme información de la compañía. Luego se despide con prisa porque ya salen al escenario Discípulos de Otilia. Mi hijo, que ha venido a pedirme dinero para comprarse un refresco, me informa de que los Discípulos practican un ska acelerado y de que, para este concierto, cuentan en la percusión con el gran batería de Dr. Calypso. Discípulos de Otilia forman una banda compacta que suena realmente bien. El público se pone a bailar en una especie de enloquecida carrera inmóvil. Los dos cantantes practican una acrobacia de orden casi volátil. El calor es insoportable. La gente va a los lavabos a refrescarse con agua y vuelve corriendo. Cuesta entender las letras, que no tienen desperdicio: "Qué poco racismo hay con el dinero: quieren el blanco, quieren el negro". La banda emprende una versión delirante de Si tú me dices ven y un montón de espontáneos saltan a bailar al escenario. Delante de mí, una pareja muy joven se enclaustra en un beso larguísimo empapado de sudor. Quizá esta noche no llegue a hacerme un experto en ska, pero hay algo aquí que respira, que respira con fuerza. Tengo la sensación creciente de estar contemplando algo que va a caerme muy bien.

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