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El alcalde de la añoranza

Tereixa Constenla

L a increpación del ordenanza municipal frenó en seco el avance decidido del hombre, que enfilaba hacia las dependencias altas del Ayuntamiento de Almería. -Oiga, ¿adónde va? -Arriba. -No puede, ¿o tiene alguna cita con el alcalde? -Es que el alcalde soy yo. Aquella confusión, de alguna manera el bautizo informal de la democracia municipal en Almería, fue casi el último vestigio anónimo del que disfrutó el socialista Santiago Martínez Cabrejas, el primer regidor que los almerienses pudieron elegir después de la dictadura en 1979. Aquel licenciado en Derecho, que mudaba su despacho en el sindicado de la UGT por el de la plaza Vieja, tenía el rostro aniñado, que provocó el error y posterior azoramiento del empleado municipal y que derivaría a la postre en un tratamiento protocolorio inimaginable para sus predecesores: Santi. Hace hoy una semana, cuando volvió a subir la escalinata hacia la alcaldía, nadie le dio el alto al hombre que había hecho ese trayecto a diario, entre 1979 y 1991, y que aún conserva cierto aire aniñado pese a haber cumplido los 51. Pero Martínez Cabrejas, durante toda la campaña, ha sido nuevamente Santi. Y la campaña del Partido Socialista, durante 15 jornadas, ha descansado en un pertinaz bombardeo mediático de El equipo de Santiago para aprovechar el tirón del candidato, en una plaza que parecía difícil de recuperar de las manos populares. Santiago Martínez Cabrejas, cuando decidió abandonar la política y retomar la abogacía en 1991, después de ganar tres elecciones, dejó un rastro de nostalgia y gratitud entre los vecinos de los barrios más humildes de Almería. Algunos compañeros de su partido reconocían en privado que su gestión rozaba más lo pésimo que lo óptimo, entre otras razones porque casi nunca decía no y casi siempre anteponía el dictado del corazón al de la cabeza. Sus sucesores, por ejemplo, se enfrascaron en una lucha enconada para lograr que las familias de barriadas necesitadas aceptasen que también estaban obligadas a pagar el agua que consumían. Algo que Santi, aducían, no había exigido en más de una década. Eso, unido a la familiaridad y cercanía que cultivaba a pesar de su timidez, le convirtió en el alcalde que gozó de más simpatía popular en los últimos 20 años. Lejos de olvidarle, su retirada absoluta de la política contribuyó en cierta medida a idealizarle. Tampoco Martínez Cabrejas fue ajeno a la añoranza. Se fue, dicen en su entorno familiar, sin irse. Su reincorporación a la vida laboral, en su despacho de abogado, tampoco ayudó en demasía. La familia atravesó apuros. Al menos, en ese contexto sitúa su morosidad, denunciada durante la campaña electoral. Santiago Martínez Cabrejas adeudó alrededor de 400.000 pesetas por diversos impuestos municipales (Impuesto de Bienes Inmuelbles, Impuesto de Actividades Económicas,..), que sólo pagó después de su designación como candidato socialista a la alcaldía de Almería. Aseguró que no tenía nada de que arrepentirse ni avergonzarse: "Salí de la alcaldía tal y como entré, sin llevarme nada". Sus ocho años de autoexclusión política le han permitido mirar la ciudad desde fuera, volcarse en la familia y disfrutar sin freno de sus aficiones: la pesca con caña en Cabo de Gata, Escullos o Balanegra, el dominó y el fútbol, una de sus pasiones que a punto estuvo de convertirse en una salida profesional. Una beca como jugador del Triana, filial del Real Betis, le permitió costearse los estudios de Derecho en la Universidad de Sevilla, donde comenzó a interesarse por la política, en una época de plena efervescencia política. Tres más Sería un ejercicio especulativo aventurar si la denuncia influyó en los resultados, lo cierto es que el PSOE obtuvo el pasado 13 de junio 12 concejales -tres más que en 1995- y arrebató la alcaldía al PP gracias al apoyo de los dos ediles de Izquierda Unida. Martínez Cabrejas consiguió, contra pronóstico y tal vez ante la incredulidad de sus propios correligionarios, romper la mayoría absoluta conservadora del hasta el 13 de junio alcalde Almería Juan Megino. Y en una semana también ha roto con otras prácticas de su predecesor, como autorizar el acceso generalizado por la puerta principal, la misma que él ha franqueado por cuarto mandato.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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