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Tribuna:LA HORMA DE MI SOMBRERO
Tribuna
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Muerte de un actor JOAN DE SAGARRA

El pasado martes despedimos en el tanatorio de Les Corts a Lluís Torner, el "reconocido" actor catalán Lluís Torner, como rezaba La Vanguardia en el titular de la media columna que le dedicó en su página de espectáculos (6 de julio). En la media columna del mencionado periódico se decía -Barcelona (Agencias)- de Torner que era hijo de la actriz catalana Laura Bové, que había nacido en Barcelona en el año 1922 y que había debutado como actor profesional en la compañía de Paco Melgares, en Barcelona, el año 1941 (Torner decía que fue en 1940). Luego se decía que el veterano actor había participado en representaciones de diversos géneros -lo cual es correcto-, "desde el teatro de texto hasta la revista y el music-hall". Se decía también que había participado en todos los montajes que ha hecho en Barcelona el director teatral Josep Maria Flotats, amén de haber formado parte "del elenco de la obra teatral Café del Liceo, emitida hace unos años por la segunda cadena de Televisión Española", y "haber intervenido también en L"auca del senyor Esteve, dirigida por Adolfo Marsillach, obra con la que se inauguró el Teatre Nacional de Catalunya hace un par de años". Vaya manera, querido Lluís, "reconocido" Lluís, de pasar a la inmortalidad mortuorio-periodística en tan sólo media columna (y encima sin foto). Vaya una manera de reseñar, de liquidar 59 años de una carrera profesional (y algunos más de trabajo amateur). Desgraciadamente, aquí, amigo Lluís, los actores secundarios, los grandes actores secundarios -a veces más grandes que las primeras figuras- no son tratados, ni en vida ni llegado el momento de la muerte, de la despedida, como son tratados en Francia, en Italia, en Alemania. O en Suecia o en Austria. Aquí, los secundarios, y más cuando son modestos como tú, son, eso, prescindibles. La mayoría de las veces ni tan sólo os pagan la esquela, es decir, que no os cuelgan la Creu de Sant Jordi. No voy a ser yo -no sólo nadie me lo ha pedido, sino que otros lo pueden hacer mucho mejor que yo: Esteve Polls, que le dirigió en muchas ocasiones; Ricard Salvat, o sus compañeros Josep Graneri, Carles Lloret, Josep Castillo, la señora Cunillé, y otros actores y directores más jóvenes- quien resuma -¿en 75 líneas?- la carrera profesional de Lluís Torner. Pero sí quisiera mencionar un par de trabajos suyos: uno de los primeros que le disfruté -porque esa es la palabra-, y el último en que me emocionó, porque esa es también la palabra justa (ninguno de los dos mencionado en la nota mortuoria de las agencias). Uno de los primeros que le disfruté fue el personaje de Mestre Jaume en El senyor Perramon, adaptación, libérrima, que mi padre hizo de L"avare, de Molière, y que se estrenó en el teatro Candilejas -ya no existe- a finales de los cincuenta, con dirección de Antoni Chic y escenografía,-decorados, se decía entonces- de Josep Maria Espada (cuando se levantó el telón, el día del estreno, lo recuerdo muy bien, el público aplaudió el decorado). Torner interpretaba al personaje del cocinero del avaro Perramon, un temible Joan Capri al que nadie podía pellizcarle una sola réplica. Pues bien, el Mestre Jaume de Lluís Torner, un personaje fresco, graciosísimo, le pellizcó más de una, ante el estupor del monstruo de la escena catalana. Recordando, hoy, aquel Torner-cocinero, pienso lo que hubiese sido de él si, como algunos jóvenes y no tan jóvenes actores de nuestro país, hubiese podido acceder a los cursos de Lecqoc, en París, o a las clases de Strehler, en el Piccolo milanés. Y el último trabajo que me emocionó de Lluís fue el de Jack, un viejo capellán castrense del ejército de Su Majestad británica en Uganda, con su uniforme blanco, impoluto, sus jarreteras y botones dorados, su salacot, su bastón militar... Un personaje resplandeciente, como dice el autor, "tan resplandeciente que parece de opereta". La obra era Dansa d"agost, del irlandés Brian Friel, y se estrenó en el Lliure en la temporada 1992-1993, dirigida por Pere Planella, con un reparto sensacional. El Padre Jack de Torner, de una locura tierna, desnuda, sin duda una de las mejores interpretaciones de su carrera, es el último e imborrable recuerdo que conservaré de mi querido, de mi "reconocido" amigo. Los actores como Torner vienen de otro mundo, de otra manera de hacer teatro, mucho más dura -a veces hasta cinco funciones al día-, menos inteligente, menos agradecida, reconocida; menos mediática e infinitamente peor pagada de lo que cobran algunas figuritas hoy en día. Pensaba en eso el viernes por la noche, mientras veía a otro veterano actor, Jordi Serrat -era Valeri, el mayordomo del senyor Perramon, enamorado de su hija, compañero de Torner en aquel Candilejas hoy desaparecido-, interpretando un personaje que se apartaba, por su manera de actuar, de cuanto Serrat había hecho hasta entonces. Y estaba espléndido. Parecía una criatura de Vitez o de Claus Peymann. El espectáculo en cuestión es Ultramarins, obra de Paco Zarzoso, dirigido por Yvette Vigatà -un prodigio de sensibilidad-, interpretado admirablemente por Áurea Márquez, Ramon Vila y Jordi Serrat. Con una escenografía y un vestuario de magia de Tobia Ercolino. (Sala Beckett, hasta el otro domingo).

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