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Tribuna
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Tabaco

La lectura de la sentencia de un tribunal de Florida contra las compañías tabacaleras americanas fue seguida en la sala por un numeroso grupo de víctimas conmovidas, que se abrazaron, lloraron e hicieron pucheros al saber que la justicia amparaba sus derechos. Yo no tengo nada contra las lágrimas, suelo emocionarme con facilidad y acabo siempre mis mejores sueños en un papel social de llorón imaginario. Invento, por ejemplo, mi futuro de poeta anciano, asistiendo a un partido del año 2040, en el que el Granada Club de Fútbol asciende otra vez a primera división, después de una condena infinita en los campos infernales del deporte. Estoy en el palco de Los Cármenes, el partido ha finalizado, los jugadores celebran la victoria, la afición aplaude y de mis ojos cansadísimos, condenados ya a una definitiva tercera división, brotan las lágrimas, forma líquida de la memoria. En otras noches más ambiciosas y descabelladas, cuando el sueño se mezcla con las penumbras del insomnio, me figuro en una plaza de abril, en cualquier día 14 de los próximos 50 años, recitando un viejo poema de Machado ante un mar de banderas y lágrimas tricolores, que son las verdaderas lágrimas de mi país y de mi Historia. Todos mis sueños acaban en emociones fluviales, y confieso que esta condición de lágrima fácil ha motivado, a la contra, buena parte de mis manías políticas, por un instinto de autocontrol y de supervivencia. Si me incomodan los himnos, los populismos, los dogmas, las proclamas nacionalistas, las unanimidades colectivas, es porque no puedo oír un himno en una plaza llena de gente, aunque sea para celebrar el ascenso a primera del Numancia Club de Fútbol, sin que se me salga el corazón por los ojos. Comprendo mucho a los llorones, pero me indigné al ver las imágenes de los ex fumadores de Florida celebrando a lágrima viva la sentencia contra las compañías tabacaleras. El tabaco es malo para la salud, ya lo sé, pero este tipo de juicios no deciden sobre la sanidad pública, sino sobre la libertad individual. En la mitología granadina flota la leyenda cruel de Boabdil, que fue insultado por su madre al mirar por última vez la ciudad que había perdido. En la mitología de las sociedades occidentales flotará la leyenda de estas víctimas de Miami, porque jueces y políticos podrán decirnos: "Llorad como casos jurídicos, ya que habéis decidido renunciar a vuestra condición de personas libres". Culpar a las tabacaleras de las enfermedades, negar nuestra propia responsabilidad en el acto dañino de encender un cigarro, es tanto como negar nuestro derecho a la libertad, admitir nuestra incapacidad para tomar decisiones. Dentro de esta lógica, se me ocurren mil demandas contra mi padre, mi madre, los escritores que he leído, los amigos que me dirigen la palabra o el camarero que me sirve una copa de whisky cada vez que se la pido. A los únicos que no podremos exigirles nada será a los políticos que nos engañen con informaciones falsificadas. Los menores de edad están incapacitados para conocer la realidad, no pueden decidir sobre lo que les conviene, y necesitan pastores que conduzcan con mentirijillas el rebaño hacia la salud y la felicidad.

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