La apuesta, más Europa
Los autores defienden la creación de un Gobierno económico europeo que haga de contrapeso social al BCE
Las recientes elecciones europeas se han saldado con un retroceso del SPD de Alemania y de los laboristas británicos. Tampoco son muy favorables para la izquierda los datos de otros países como Italia, donde Berlusconi ha quedado en primer lugar. La cosa ha sido bien distinta en Francia, Portugal e incluso España, con el avance positivo del PSOE, o de las candidaturas verdes en otras partes, pero lo cierto es que el grupo socialista ha perdido la mayoría en el Parlamento de Estrasburgo en favor del Partido Popular Europeo. En sentido contrario, los socialistas siguen controlando el Consejo Europeo. Antes, o al mismo tiempo de interrogarse sobre si quien ha sido castigada es la socialdemocracia clásica o la tercera vía representada por Blair, Schröder o D"Alema -en este sentido, es muy significativo el avance de los socialistas franceses-, convendría detenerse en la causa de tan elevada abstención en la elección del único Parlamento supranacional del mundo que se elige por sufragio universal (junto al centroamericano). Esto es algo que debe mover a la reflexión de quienes desde las ideas progresistas les preocupe la Unión Europea. En cualquier caso, lo mejor del 13-J ha sido el frenazo a la ultraderecha xenófoba y antieuropea.
Sin caer en el simplismo de etiquetar de reaccionarios a todos los partidos democristianos o liberales que han salido fortalecidos, hay que reconocer que el 13 de junio no ha sido un buen día para la Europa social. En 1997 los vientos parecían cambiar con la llegada al poder o consolidación en el mismo de la izquierda en Italia, Reino Unido y Francia, y ello introdujo cambios sustantivos en la correlación de fuerzas comunitarias como se reflejó, si bien tímidamente, en la cumbre extraordinaria sobre el empleo, celebrada en Luxemburgo, donde se consiguió, bajo la presión sindical, que la Unión contara, por primera vez, con unas directrices comunes en materia de empleo.
Desgraciadamente, no puede decirse que el cuasi monopolio por la izquierda en los Consejos Europeos haya servido para reactivar un proyecto de unión monetaria. Una prueba más de ello, sin duda, la tuvimos el pasado mes de marzo durante la cumbre de Berlín, destinada a dotar a la Unión Europea de un presupuesto suficiente para financiar su ampliación a nuevos Estados del Este y a garantizar el mantenimiento de las políticas de cohesión, ya que el presupuesto no podrá superar el minimalista 1,27% del PIB, inferior a la propuesta que hacía la propia Comisión Europea, lo que no garantiza ni la ampliación en las fechas previstas, ni la solidaridad interna entre los países de la UE. Y si aún fue más decepcionante es porque había una coyuntura económica caracterizada por el crecimiento moderado con ausencia de tensiones y el viento a favor que genera la entrada en vigor de la moneda única.
La natural alegría por el acuerdo alcanzado para la retirada militar serbia de Kosovo y el fin de los bombardeos de la OTAN no puede ocultar el hecho de que Europa no ha pasado el examen de Yugoslavia, y ello mina la credibilidad del proyecto de unidad, que terminará repercutiendo también en el plano económico si no se dota a la Unión Europea de una defensa propia y de una política exterior y de seguridad común autónomas.
La Confederación Europea de Sindicatos (CES), que agrupa en torno a 60 millones de trabajadores, celebra su IX Congreso entre los días 29 de junio y 2 de julio próximos en Helsinki, y el objetivo de la Europa social, que los sindicatos comparten con las fuerzas progresistas, estará en el centro de los debates.
La CES, a la que pertenecemos UGT y CCOO, quiere que los valores fundamentales del modelo social europeo (servicios públicos, protección y Seguridad Social, derechos sindicales, negociación colectiva, igualdad de oportunidades, etcétera) se integren en el Tratado de la Unión y en las políticas europeas más importantes, para lo que resulta imprescindible la exigencia sindical de revisión y renegociación del presupuesto comunitario, tanto para afrontar debidamente los retos de la ampliación como las derivadas de la cohesión interregional.
Los sindicatos apoyamos la creación de un "Gobierno económico europeo", que sea la contraparte del Banco Central Europeo, para combinar la estabilidad con la promoción del crecimiento sostenible y el empleo. Las cifras de desempleo se mantienen en unos niveles aún muy elevados y presionan a favor de la precariedad de los contratos o de la propia economía sumergida. Los sindicatos europeos también tienen en Helsinki su examen, tanto en relación al papel que desempeñan en las relaciones laborales nacionales como en su traslación al plano europeo.
Las repercusiones de la moneda única en la negociación colectiva y la necesidad de dinamizar el conjunto de las políticas sociales de la UE obliga a redefinir el papel de la CES como instrumento común de los sindicatos europeos, porque es evidente que, pese a los éxitos obtenidos en los últimos años, debe dotarse de poderes y medios delegados por los sindicatos nacionales para dirigir la negociación colectiva de ámbito europeo. Pero sobre todo, y de manera urgente, es preciso que coordine las reivindicaciones salariales de reducción de jornada y de otro tipo que hasta ahora están planteándose en cada país, sin ningún tipo de conexión europea, más allá de referencias genéricas. En este sentido, es importante resaltar la defensa, por parte de la CES, de una campaña europea por la reducción de la jornada, desde el planteamiento de combinar la negociación colectiva con la iniciativa legislativa.
Fortalecer la CES y sus federaciones europeas, traspasando soberanía y recursos, lejos de ser un salto en el vacío, sería una forma de corregir el retroceso que ya tiene el sindicalismo en la adaptación de sus estructuras a los escenarios donde hoy se dirimen los intereses de los trabajadores.
CCOO y UGT apoyaremos en el congreso iniciativas programáticas y estatutarias en esta dirección para que la CES canalice la fuerza potencial del movimiento sindical a favor de un mayor protagonismo de los trabajadores en el proceso de construcción europeo.
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