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El alcalde dicharachero

L as farolas no son de izquierdas ni de derechas. Podría haber hablado de la muerte de las ideologías, pero Pedro Rodríguez eligió las farolas, que así lo entiende todo el mundo, a derecha e izquierda. El empresario onubense, dueño de la cadena de tiendas de fotografía Rodri, se desveló la noche del 13-J como el fichaje electoral independiente que mayores réditos ha proporcionado al Partido Popular en Andalucía. Las victorias holgadas de Celia Villalobos y Teófila Martínez en Málaga y Cádiz, respectivamente, eran predecibles, pero el demoledor respaldo que recibió Rodríguez debió incluso asombrarle a él mismo. Ni una sola mesa electoral de Huelva le dio la espalda al candidato del PP, que recibió el 60,82% de los votos de una ciudad identificada con el socialismo. Las barriadas de las Marismas del Odiel, La Orden, Cardeñas o La Navidad, feudos tradicionales del PSOE, se volcaron con Perico, el alcalde que dice que las farolas no son de izquierdas ni de derechas y que su misión reside, ante todo, en humanizar la política. Rodríguez despliega la misma técnica populista que Villalobos, así podría explicarse la similitud de sus victorias. La alcaldesa de Málaga charla en los mercados y apela al fútbol como signo de identidad local. El de Huelva, durante su mandato en minoría, acostumbraba a pasear por la calle Concepción para saludar a sus convecinos. Y, a la hora de espolear el amor patrio, Pedro Rodríguez es un lince. El Recreativo de Huelva, uno de los elementos más sensibles de la ciudad, absorbe parte de sus desvelos. Como si de uno más del equipo se tratase, ya en el 96 citaba entre sus objetivos para mejorar la ciudad lograr que el club entrase en el plan de saneamiento del fútbol "para que entre todos lo llevemos a Primera División". Prueba de que el deporte constituye uno de los pilares básicos de su gestión es que el único proyecto de envergadura finiquitado durante sus primeros cuatro años al frente del gobierno municipal ha sido la construcción de un Palacio de los Deportes. La otra gran obra, el polígono agroalimentario, quedó pendiente. Pedro Rodríguez ha dedicado buena parte de sus 55 años a la fotografía y al periodismo, afición y oficio que heredó de su progenitor. Raro es el onubense que no conserve en su domicilio un álbum con las fotografías nupciales firmado por Fotos Rodri. Y raro también el que no conocía al propietario de las tiendas. Su salto a la política gozó, en consecuencia, de una gran ventaja: era conocido y apreciado. Sus cuatro años en la alcaldía le han hecho aún más conocido y, a la vista del alud de votos, se diría que más apreciado. Pedro Rodríguez, que se afilió al Partido Popular después de haber ganado las elecciones municipales en 1995, aunque sin mayoría absoluta, cultiva la cercanía con el mismo ahínco que exhibe los símbolos de la ciudad. Pero le va en el talante. Durante un viaje a Estados Unidos, sorprendió a más de un empresario local con su facilidad para entablar charlas con desconocidos: con hispanas en el metro neoyorquino o con un limpiabotas en el aeropuerto de Miami. Una innata facilidad para comunicarse que, obviamente, rentabiliza en política. Durante su última campaña se inventó las esquinas parlantes, una especie de mitin de quita y pon que paseaba por la ciudad para soltar sus discursos. A veces la campechanería, el lenguaje de la calle, se le ha ido de la mano, como cuando comparó a los socialistas con "mujerzuelas cotillas". Lejos de enmendarlo, aseguró en una entrevista que no se arrepentía. A lo sumo, le dio "apuro" la polémica levantada. Nada de discursos feministas ni políticamente correctos. Nada de ideologías. Rodríguez, que es seguidor del Barça, se baña si es menester en la fuente de la Avenida de Andalucía para festejar que el Real Madrid gana la Copa de Europa. Si hay inundaciones se calza las botas de agua para ayudar a los vecinos. En el Festival de Cine Iberoamericano baila sevillanas con la actriz Conchita Alonso. Las farolas, ni de izquierdas ni de derechas.

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