El matón a sueldo prospera en Rusia
El ministerio del interior afirma que el año pasado hubo 600 muertes a manos de asesinos contratados
Valentín Kudinov, de 60 años, alcalde de Dedovsk, una localidad de 30.000 habitantes a 30 kilómetros de Moscú, fue asesinado de tres balazos el pasado martes en su garaje. Su caso no tiene nada de especial. Pasó inadvertido. Fue uno de tantos asesinatos por contrato que se cometen en Rusia. Es en la estadística donde está la noticia. Días después de la muerte de Kudinov, Ajmed Jairov, un alto funcionario del Ministerio del Interior, daba unos datos escalofriantes: en los cinco primeros meses de este año, 567 personas han muerto por encargo, un 240% más que en el mismo periodo de 1998. En ese año, la cifra total ascendió a 599.
La violencia se cobra cada año 30.000 vidas en Rusia, la mayoría víctimas de disputas familiares y con el vodka por medio. Más sorprendente es la cifra de 600 asesinatos por contrato que, como media, se registra desde la caída de la URSS, hace siete años y medio. Para desgracia de Rusia, estas muertes son ingrediente esencial del tránsito traumático del comunismo al capitalismo, del proceso de privatización y de la irrupción mafiosa en la economía y el poder.
¿Por qué se multiplica este año el trabajo de los asesinos a sueldo? Jairov insinúa que por la redistribución de la propiedad tras la quiebra del sistema bancario y el aumento de beneficios de empresas exportadoras (sobre todo las energéticas) a causa de la devaluación del rublo y el aumento del precio del petróleo.
Estos crímenes presentan ciertas características comunes. La más notable es la impunidad. Según Jairov, el año pasado sólo se resolvió el 25% de los casos, y se pasa de optimista. Otra es la ejecución de los asesinatos por profesionales integrados en grupos organizados, a los que se llega a través de numerosos intermediarios. Tantos, que el autor material del trabajo percibe a veces tan sólo una pequeña parte de lo que paga quien lo encarga. Por eso, el precio sube. Tres millones de pesetas se considera "razonable", aunque los hay de más de 50 millones.
En cuanto al armamento utilizado, hay donde elegir. Un fusil con mira telescópica se utilizó para abatir dentro de su coche, y desde la terraza de un edificio cercano, al jefe de privatizaciones de San Petersburgo, Mijáil Manévich. Una pistola con silenciador acabó en esa misma ciudad con la vida de la diputada reformista Galina Starovoítova.
El pistolero enmascarado que metió 11 balas en la espalda del empresario estadounidense Paul Tatum en la escalera de la estación de metro de Kievskaya utilizó un Kalásnikov. Una bomba accionada a distancia segó la vida de 14 personas cuando asistían al entierro en Moscú del presidente de la Asociación de Inválidos de Afganistán, víctima él mismo de un asesino a sueldo.
Jairov afirma que no hay forma de salvarse una vez que los jefes mafiosos aceptan un encargo. Pueden fallar una vez, dos o cinco, pero al final cumplen su contrato.
Algunas encuestas reflejan que los jóvenes consideran la de asesino a sueldo como una de las profesiones con más futuro en Rusia. Por algo será.
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