Infiel
Querida diosa Cibeles: Me llamo Juan Novillo Manzano (nada que ver con Álvarez), de 78 años, casado, maestro nacional jubilado, ocasionalmente jubiloso a la hora del aperitivo. Soy socio del Real Madrid desde 1936, y hasta que la muerte me ampare. Pero todo tiene su límite, señora. El merengue nos ha sabido a acíbar. No podría tolerar otra temporada como ésta. Ha sido una Liga, no de Rita Hayworth, sino de Maritornes, dicho sea sin menospreciar la gesta azulgrana. Total, que he sido infiel por primera vez en mi vida. Espero que no sea la última, porque la experiencia me está resultando tan excitante como el pecado de la carne.
Me explico. Cuando esto escribo son las 21.30 de ayer, sábado. No sé lo que va a pasar en Sevilla, no sé de quién será la Copa del Rey. Deseo que el Atlético se lleve el gato al agua, con todos los respetos hacia la paella y la pirotecnia. No creo que me queden demasiados telediarios; por tanto, deseo divertirme antes de que sea tarde. Llego ahora de un paseo furtivo por la estatua de Neptuno. He saludado al dios, le he deseado suerte, le he lanzado un ramito de violetas y he escapado clandestinamente, al amparo del cinismo. Señora Cibeles, he sido infiel, pero me gusta.
Los colchones me dan sueño. Y sueño que se me aparece san Calderón y me dice que la vida es una barca. Termina declarando algo que no acabo de interpretar: "El Madrid es Apolo; el Atlético, Dionisos". Yo contesto: "¿Y el Dios de los cristianos?". Y dice Calderón: "Ése es muy listo. Descansó al séptimo día, e inventó el colchón para no dormir en cualquier parte".
El Atlético es producto de un milagro, como Curro Romero y Marina Heredia, la nueva bestia del flamenco. Dios es socio fundador de los colchoneros. He saludado a Neptuno. Me he empezado a divertir. Se lo dice un toro, aunque yo sea Novillo. A esta edad, ya puesto un pie en el estribo, me estoy volviendo infiel y liberal, morboso.
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