El Parque de Atracciones reabre 'El Tornado' después de su evacuación
Miles de muchachas y muchachos acudieron en la mañana de ayer al Parque de Atracciones de la Casa de Campo y subieron, como si nada hubiera ocurrido, a la vertiginosa montaña rusa llamada El Tornado. Apenas once horas antes, en la noche del miércoles, 48 viajeros de esta atracción quedaron inmovilizados por sus arneses dentro de sus asientos; la mitad de ellos, cuando subían por la primera rampa, a unos diez metros de altura. Los demás, a menos altura, aguardaron también su laborioso rescate. Hubo miedo.
A las 22.30 del miércoles falló uno de los torniquetes que engarzan las cadenas que acarrean hasta 30 metros de altura los trenes de esta montaña rusa. La maquinaria se detuvo repentinamente cuando dos grupos de 24 viajeros gozaban, divertidos y confiados, de la atracción. Quedaron vertiginosamente inmovilizados, la mitad de ellos, a unos diez metros sobre la rampa de subida, y la otra mitad, a unos seis metros, cuando su otro tren enfilaba el andén final. Todos ellos tuvieron que ser trabajosamente evacuados de los dos trenes: sus arneses les mantenían atrapados y sin poder moverse. Había que esperar el rescate. La Casa de Campo de Madrid estaba oscura. Algunos gritaron. Anastasio Mora era la noche del miércoles el responsable del mantenimiento de la montaña rusa invertida, El Tornado, fabricada por la empresa suiza Intamin. Mora fue avisado inmediatamente y, con una decena de hombres, acudió a rescatar a los pasajeros inmovilizados. Él muestra en sus dedos índice y corazón unos cortes rojizos: "Tuvimos que desbloquear los arneses a mano y uno por uno, desatornillando unas tuercas situadas detrás de los asientos. Eso fue lo que prolongó el rescate tanto", dice Mora. ¿Cuánto? "Unos tres cuartos de hora", explica. ¿Heridos o lesionados? "Ninguno..., bueno, una chica se puso muy nerviosa y hubo que darle oxígeno".
¿Por qué no avisaron a los bomberos, ni al Samur, ni a la policía? Ahora es Alonso López Domínguez, director gerente del Parque de Atracciones, quien responde con una pregunta: "¿Para qué? No fue necesario. Nuestros equipos de seguridad y mantenimiento fueron suficientes para efectuar la evacuación. No hubo escaleras, ni potros elevadores". ¿Cómo fue el rescate? "Con una plataforma de aluminio y acero que se desliza en paralelo bajo los trenes", explica Antonio Bas, ingeniero de caminos, responsable técnico de la atracción. ¿Por qué se empleó tanto tiempo en abrir los arneses? "Los arneses se pueden abrir no únicamente a mano, sino también aplicando a un enchufe que cada asiento lleva encima una corriente de 24 voltios". ¿Por qué no se hizo así? "Quedaba media hora para cerrar el parque y creo que no se quiso prolongar la preocupación de los viajeros bloqueados", explica Bas. "La apertura manual por la que se optó es individualizada. Dura unos dos minutos en cada ocasión. Hay que ir de asiento en asiento. Los operarios abrieron por detrás cada arnés de cada vehículo y fueron reuniendo a grupos de ocho viajeros, a los que tranquilizaban y sentaban sobre la plataforma. Realizaron con ellos tres viajes hasta el andén de partida".
¿Cómo sucedió todo? "La avería fue detectada por el computador que rige la montaña y la detuvo automáticamente. Está capacitada para rearmarse, para reemprender su funcionamiento mediante un grupo electrógeno propio", añade el ingeniero. ¿Qué avería causó la detención?
Ayer se barajaron varias hipótesis. "Fallo eléctrico", decía el comunicado oficial del Parque de Atracciones; pero la presencia del grupo electrógeno alternativo debilita tal versión. La interpretación más fundada sitúa la causa en el fallo de una de las pestañas o bulones de un sistema de trinquetes antirretorno que engarza con la cadena que eleva el tren por una rampa dentada hasta los 30 metros de altura.
"Desde allí, la bajada se hace por simple inercia", explica Antonio Bas. "Es prácticamente imposible que los viajeros queden detenidos con las piernas hacia arriba en la parte superior de uno de los círculos, como las fotos publicadas han permitido insinuar. Su mero peso movería el tren hacia una zona baja". ¿Y esas redes? "Impiden que ese chico que sale del tren caiga por este hueco".
Ese chico se llama Jesús y abandona encantado la montaña rusa. Antes de subir ha leído un cartelón donde se dice: "Tornado. Precio: Calco Supertrasto (2.675 pesetas), entrada libre. Mayores de diez años, dos trastos. Prohibido usar gafas. Prohibido a menores de diez años. Prohibido a personas de estatura menor de 1,20 metros y de más de 1,90 metros. No sacar brazos al exterior. No llevar ropa ni objetos sueltos. No autorizada la subida a personas que por su constitución física no permitan el cierre de los sistemas de seguridad. La empresa no se hace responsable de los objetos perdidos o deteriorados".
Jesús se alegra de no tener diez años. Tiene catorce, y es de Vallecas. Él ha sido el primer muchacho que en la mañana soleada de ayer, tras el episodio de la noche anterior, subió a la montaña rusa del Parque de Atracciones de Madrid. Jesús alcanzó la cima de la rampa atado a una silla con un arnés de acero, mullido por fuera, que le cubre de los hombros a la cintura. Son los mismos arneses que bloquearon a los viajeros de la noche del miércoles. Escuchó luego bajo su tren el traqueteo de una cadena que se engarzó, en esta ocasión acompasadamente, con unos torniquetes que le han subido a tanta altura. Luego, a una velocidad de 21 metros por segundo, se vio lanzado cuesta abajo y en curva hacia dos grandes bucles. Con las piernas completamente hacia arriba, los recorrió; pudo mirar boca abajo hacia Madrid. Luego atravesó el sacacorchos, un trazado sorprendente en espiral, y después, dos círculos completos que cruzan por encima de una atracción de agua a la que llaman El Aserradero.
El trayecto, de 694 metros, ha durado un minuto y 23 segundos. Ni Jesús ni sus compañeros se acuerdan de la noche del miércoles. "Tornado guay", dicen.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.