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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Más sobre "El caballero..."

En respuesta a las objeciones que el señor Alonso hace a mi carta del 10 de junio, ¿Restauración o repinte?, me comprometo a probar que los detalles del vestido de El caballero de la mano al pecho, desaparecidos después de la restauración, no son invención mía. Puedo demostrarlo si hay un canal de televisión que se preste a mostrar al público unas fotografías del cuadro hechas antes de la restauración, juntamente con algunos ejemplos de trajes de la época que las hacen más inteligibles. Que el caballero era manco no es tampoco una invención mía. El primero que trató sobre ello fue don Diego Angulo, de reconocido prestigio internacional, en un artículo publicado en la revista Goya (número 11, 1956). Precisamente uno de los fallos más graves de la restauración es haber alterado el contorno de los hombros. El restaurador no ha entendido que la ropilla tenía en los hombros los entonces imprescindibles brahones, que el borde del brahón derecho quedaba levantado por encima del arranque de la manga y que el brahón izquierdo, por no tener un hombro normal que lo sustentase, quedaba totalmente caído. Sorprende que el restaurador haya interpretado los espesos repintes que la ropilla tenía bajo el hombro izquierdo, tapando parcialmente la cadena, como un dibujo típicamente renacentista y, sin embargo, no se haya enterado que en el lado derecho, mejor conservado, se podía apreciar perfectamente una labor típica de la moda de entonces, que se repite en otros muchos retratos de la época. Tampoco se ha enterado de que la cadena, complemento imprescindible para todo caballero bien vestido, se ponía alrededor del cuello; por lo tanto, la de nuestro caballero está más que incompleta, pues empieza a mitad del pecho y se acaba poco más abajo, como si extrañamente emergiese del cuerpo para volver a sumergirse en él. ¿Tenemos que creer que todos esos detalles del vestido, incluyendo los botones, que cualquiera puede apreciar en las fotografías que puedo mostrar, se los inventó el restaurador del siglo XIX, y que debajo estaba la superficie casi lisa que ahora vemos? ¿Tenemos también que creer que El Greco pintó el puño de la espada incompleto, como ahora lo vemos, siendo ese puño un elemento esencial de la magistral composición por él ideada, y que lo completó el restaurador del siglo XIX? Si yo estoy dispuesta a demostrar lo que digo aportando pruebas, ¿por qué el restaurador no hace lo mismo? Tratándose de un cuadro tan importante, el público tiene derecho a una muestra que -como en el caso de Las meninas- informe debidamente sobre el proceso de la restauración. Defenderla sólo con palabras, como se viene haciendo, no es suficiente para convencer.-

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