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Reportaje:

Autopistas: tregua veraniega

Los 5 muertos y 10 heridos del accidente que se produjo en la Punta de la Móra en septiembre del pasado año no han quedado en el olvido. Fueron la gota que colmó el vaso de la impaciencia para los millares de vecinos de barrios y municipios del norte de la ciudad de Tarragona que han soportado durante años el paso de una congestionada N-340 por sus lugares de residencia. La decisión inicial de cortar la carretera parecía precipitada. Ocho meses después, la protesta ha ganado la construcción de una variante de la nacional que evite su paso por el centro de la ciudad y ha alentado una asociación de víctimas de la carretera y una entidad que pretende librar a Cataluña de los peajes. La rebaja del 66% para los camiones pactada con ACESA no es suficiente para Luis Hernández, representante de los vecinos, y tampoco satisface a la Federación de Transportistas de Tarragona. Los de la Punta de la Móra fueron los primeros. La urbanización, construida en los años sesenta, lleva más de 30 usando una carretera nacional como si fuera una vía urbana, denuncia Hernández. Los precios prohibitivos de la autopista fuerzan al transporte pesado, autobuses y turismos a utilizar la nacional. Acudir al trabajo en el centro de la ciudad desde un núcleo distanciado por tan sólo una decena de kilómetros puede suponer, en horas punta, entre media hora y tres cuartos. Desesperante. Llevar los niños al colegio, ir al médico, a comprar: un peligro. Hernández explica que Tarragona y su comarca tienen cinco veces más kilómetros de autopista que en el resto de España (excluida Barcelona) y que el crecimiento de accidentes mortales es también cinco veces mayor. La N-340, cuyo trazado sigue el camino de los tiempos de los romanos, tiene una intensidad de tráfico de 25.000 vehículos diarios, cifra que aumenta significativamente en verano, lo que supone embotellamientos y retenciones constantes. La construcción de variantes era una reivindicación histórica. La de Altafulla ya está iniciada, y los vecinos entienden que han sido sus movilizaciones las que han agilizado estas obras, que supondrán alejar la carretera de la ciudad y que se prevé que terminen el próximo año. Pero reclaman que la A-7 sea gratuita mientras duren los trabajos Un centenar de personas decidieron por su cuenta protestar por la situación. Rápidamente, la movilización se extendió a Torredembarra, Altafulla, los barrios de Boscos, Campclar, Cambrils, El Vendrell, Cubelles: centenares de vecinos, durante una hora, todos los domingos han cortado carreteras. Hernández destaca el abandono de la reivindicación por parte de los políticos locales. "La primera manifestación tras el accidente, en la que aparecieron los representantes políticos, parecía una romería. Luego no volvieron". El vecino de la Móra recuerda que un concejal acudió a una charla sobre la variante, "pero se dedicó a escuchar en una radio con auriculares el partido del Nàstic". Quejas semejantes se reproducen en la plataforma del Baix Gaià. Lluís Suñé, que recuerda que movilizaciones de tal calado y duración no se habían producido en Torredembarra desde la República, apunta que la plataforma que representa (a la que se han adherido la mayoría de las entidades populares del municipio) va más allá de la pretensión de la gratuidad de la autopista mientras duren las obras de la variante: "Reivindicamos la mejora de la red viaria, la creación de autovías, que no se margine a Cataluña respecto al resto del Estado". "Las administraciones han tenido un comportamiento represivo", afirma José Cosano, otro de los líderes de la plataforma pro gratuidad de la A-7. Según él, la Subdelegación del Gobierno ha facilitado la persecución con denuncias por los cortes de carretera, en un intento de cansar a los manifestantes. De una manera u otra, lo ha conseguido. "Mantener una movilización, domingo a domingo, durante tanto tiempo, agota". Por eso, con la llegada del verano, han decidido una tregua para volver en septiembre, dicen, con bríos renovados hasta la gratuidad final.

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