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Espera angustiosa

La imagen del bochorno la pueden repasar, cada mañana, si se acercan a la barcelonesa estación de Francia: la forman las personas que tratan de legalizar su situación. Porque se trata de personas extranjeras extracomunitarias que en el Gobierno Civil, ahora Delegación del Gobierno, tratan de ser legales, aunque sólo sea por un nuevo periodo de provisionalidad humillante. Para acceder al Parlament es casi obligatorio -me refiero a quienes viajan en coche- pasar frente a las colas de quienes intentan conseguir papeles, expresión genérica acuñada por la movilización parisina de los sans papiers o ciudadanos al borde de la marginalidad legal. Es decir: la imagen ciudadana impacta a diputadas y diputados, a consejeros y a directores generales, a las muchas personas que buscan, en la acción parlamentaria, soluciones para el presente y el futuro de nuestro país. Se acaban de celebrar elecciones municipales y europeas: ambas afectaban al colectivo de extracomunitarios pendientes aún de legalización. Muchos ayuntamientos habían aprobado por unanimidad mociones solicitando el derecho al voto, en las elecciones locales, para extranjeros extracomunitarios. A pesar de lo cual no leo los balances de las fuerzas políticas firmantes de aquellas mociones que califiquen las de junio del 1999 como las elecciones del "gran fracaso" político-social porque excluyeron, de acuerdo con la normativa legal, a todas las personas que viven y trabajan en Cataluña desde hace más de cinco años. Se trata de personas que trabajan en ámbitos municipales muy concretos, que tienen que cumplir con todos los deberes de su pertenencia a una mancomunidad local... sin que, en cambio, puedan ejercer derechos mínimos y básicos, como el del voto en las municipales. Situación paradójica, reveladora tal vez de una esquizofrenia política o de una cultura retrógrada, en lo que atañe al concepto de ciudadanía y de derechos básicos. ¿Somos solidarios de fin de semana, en el tiempo libre o en las fiestas de la diversidad o de la interculturidad... pero sin proseguir, como nos pide SOS Racisme, en la coherencia de nuestras propuestas a favor de la igualdad? En el Congreso de los Diputados se reúne la ponencia que trata de rectificar la Ley de Extranjería de 1985, de triste memoria. No parece que los acuerdos sobre los primeros artículos cambien a fondo la ley de la vergüenza, votada por una significativa mayoría en el Congreso, y aplicada a partir del reglamento de enero de 1986 y de un nuevo reglamento de enero de 1996. No sé si el legislador recuerda que son más, todavía hoy, los españoles que viven en el extranjero que el número de personas de fuera que viven en España. ¿Aplican a otros lo que no quisieran para los paisanos? Es preocupante, por otra parte, la nueva mayoría conservadora en el Parlamento Europeo, por donde circulan borradores de una macroley de extranjería que podría condenar, más aún, a los extranjeros extracomunitarios que buscan en Europa, gran geriátrico, la posibilidad de trabajar y de sobrevivir. Para algunos eurodirigentes conservadores -no olvidemos que la xenofobia ha servido a más de un candidato como reclamo electoral- resulta más fácil legislar con dureza sabiendo que las mafias encuadrarán a esa joven mano de obra que vivirá en estado permanente de exclusión social, bajo la amenaza crónica de la expulsión definitiva. En el ínterin, subsiste en Barcelona, ciudad prodigiosa, el Centro de Internamiento de la Verneda. Pude visitarlo y puedo asegurar que, a pesar del trato correcto de los funcionarios que lo regentan, el espacio es infame: ¿se imaginan vivir en un parking de semisótano, todo el día, porque uno se halla en situación administrativa irregular? Es urgente que cambie el centro actual de la Verneda, que abra sus puertas a juristas solidarios, a ONG que conocen situaciones similares, a medios se comunicación para que puedan divulgar historias de vida espeluznantes. Uno espera que la política sirva a los derechos de la igualdad. Las colas barcelonesas junto a la estación de Francia revelan el otro mundo, la cara oculta de la ciudad que pretende acoger, dentro de cuatro años, un Fòrum Universal de les Cultures, en el que espero que esté presente, con nombres y apellidos, esa nueva página de una hipotética historia universal de la infamia.

Ignasi Riera es escritor y diputado de IC-V en el Parlament

Luisa Fernanda, de Federico Moreno Torroba. Dirección musical: Miguel Roa. Dirección escénica: Javier Ulacia. Con Milagros Martín, Carmen González, Luis Dámaso y Federico Gallar. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro del Teatro de la Zarzuela. Teatro de la Zarzuela, 18 de junio.

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