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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Anguita y sus salidas

Anguita ha fracasado, pero no se quiere ir. Ha fracasado porque no fue capaz de aprovechar la derrota y desmoralización de los socialistas para plantear una alternativa creíble desde la izquierda. Pero no se quiere ir, aunque sería lo más lógico tras perder la mitad de sus votos, porque no sabe adónde. Se podrán encontrar razones variadas para justificar su actitud, pero eso es lo esencial. En Italia, un ex eurocomunista como D"Alema preside el Gobierno al frente de una coalición amplia de centro-izquierda. Es el efecto demorado del movimiento iniciado por Achille Occhetto hace años al reconocer que la teoría comunista había sido refutada por la práctica, y obrar en consecuencia. Anguita pudo ser el Occhetto español. Sin embargo, alguien tan enérgico en otros aspectos demostró ser vulnerable al halago. Le convencieron de que era un genio, y que por eso le criticaban tanto. Así, cuando más le criticaban, más genial se consideraba. Eso le impidió comprender que quienes le incitaban a convertir al PSOE en enemigo principal trabajaban para la derecha, cuyo poder ayudó a extender.

Quienes le dieron la embarcada no le van a socorrer ahora. Algunos de los que han sido sus compañeros reconocen que el experimento ha fracasado, pero admiten que no tienen alternativa: IU se ha convertido en un partido demasiado identificado con el estilo y los prejuicios de su jefe.

Así lo demuestra la salida, verdaderamente genial, dada a la crisis suscitada por el derrumbe electoral del domingo. El coordinador general insinuó el mismo día que pensaba dimitir, y el lunes puso su cargo a disposición de la Presidencia Federal. Una vez rechazada su dimisión fue él quien exigió, y aceptó, la renuncia por escrito de cada uno de los miembros de la dirección. No es difícil imaginar el aire de psicodrama colectivo que debió reinar en la reunión.

Pero la vanguardia se fortalece depurándose, luego no habría que descartar que sean otros los considerados responsables del descalabro. Los capitanes, no el general. Hace tres años, en Andalucía, la puesta en práctica de la teoría de las dos orillas de Izquierda Unida provocó el mayor descalabro en la historia de esa formación. Tras algunas dudas, su principal dirigente, Luis Carlos Rejón, presentó la dimisión. Ahora todo queda congelado hasta el día 26, pero el coordinador general ya ha advertido de que no admitirá "un cambio de discurso". Lo que significa que la autocrítica tendrán que hacérsela los otros: los votantes, como ha insinuado Frutos, o los candidatos, que no han transmitido bien. Pero el discurso no se toca.

El discurso: las dos orillas, la X de los GAL, la foto de Lizarra; Solana, criminal de guerra; la Europa de Maastricht, para los plutócratas y sindicalistas vendidos. Y si la mayoría quiere pactar, que acepte el programa de la minoría. Pero es ese discurso y esa estrategia lo que ha fracasado, por más que quienes le convencieron de que era la llave para el sorpasso le soplen al oído que la función de la izquierda auténtica es ir por delante, sin hacer caso a los que ladran. Marcando el camino: a la derecha.

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