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ELECCIONES EUROPEAS 1999

Los conservadores intensifican su campaña contra el euro tras la derrota de Blair

Isabel Ferrer

William Hague, líder conservador británico, se siente desde ayer un hombre nuevo. Su obstinado rechazo al euro le ha valido a su partido 36 escaños en las elecciones al Parlamento Europeo. Los resultados, magnificados por los tímidos 29 asientos obtenidos por los laboristas, le han dado por fin la anhelada ventaja frente al Gobierno de Tony Blair. Éste, sorprendido por la primera gran derrota frente a los tories desde 1992, se ha parapetado en una frase sonora . "Comprendo los temores de la gente sobre Europa. Por eso batallo para reformar sus instituciones".

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Entregados a un duro examen de conciencia, los correligionarios de Blair reconocen por el contrario que menospreciaron el sufragio de un electorado menos entregado a su causa de lo que creían. Aunque la versión oficial del partido laborista atribuye al bajo índice de participación registrado en el Reino Unido, un 23%, los malos resultados, muchos diputados no han tenido reparo en reconocer que "se han dormido" en la campaña europea. Incluso algunos ministros han dejado entrever sus temores ante las próximas elecciones generales, previstas para el año 2001. John Prescott, que ejerce las veces de vicepresidente y es también titular de Transportes, no cree, por ejemplo, que los votantes hayan preferido abstenerse "porque están tan satisfechos con el trabajo del Gobierno que ni siquiera pensaron en la trascendencia de esta consulta". Pero mientras todos buscan una explicación a la derrota, el partido cuenta ya con una culpable clara. Se llama Margaret Beckett, es la coordinadora de las campañas electorales y se marchó una semana de vacaciones a Francia a quince días de la votación.

"Una estupidez que no nos hizo ningún bien, aunque echarle a ella toda la culpa tampoco es de recibo", han señalado varios de sus colegas veteranos. Para los laboristas más preocupados por el futuro, la salvación podría llegar de la mano de otro nombre caído, Peter Mandelson. El exministro de Comercio e Industria, que dimitió por culpa de un dudoso préstamo obtenido a título personal, sería para una parte del actual Gabinete laborista el guía electoral que les ha faltado esta vez.

Para William Hague, exultante por vez primera en su papel de jefe de la oposición, todo ello son miedos de perdedor. Esgrimiendo sus 39 escaños como si de un trofeo se tratara, le ha dicho a Tony Blair una de las cosas que más podía molestarle al primer ministro laborista. "Usted ya no tiene mandato democrático para borrar la libra y traernos el euro", ha afirmado. Hague abordó la campaña europea sabiendo que se jugaba su futuro como líder tory. Una vez constatada la ventaja sobre los laboristas, todo le parece poco.

Lejos quedan por ahora los temores de una derrota en las próximas elecciones generales. Hace dos meses escasos, esa era la predicción más oída entre sus propias filas. Pero William Hague no puede confiarse. Los miembros más proeuropeos de su partido, que son también algunos de los más relevantes, como Michael Heseltine y Kenneth Clarke, se preparan para volver a la carga. Una especie de tregua entre caballeros les ha mantenido en silencio durante estas elecciones. Ahora no tienen más que sumarse a la campaña gubernamental en favor del euro que dará comienzo el próximo mes. Su ira será además doble, según los comentaristas políticos. Desdeñan desde siempre a su propio líder, y están ahora muy molestos con los fallos europeos de Tony Blair.

Logro histórico

A los liberal demócratas, el tercer partido británico de importancia, los 10 escaños logrados no le parecen nada mal. Que William Hague se haya autoproclamado "la verdadera voz del electorado", no ha merecido siquiera un comentario por parte de su jefe, Paddy Ashdown. El que sí está feliz es Michael Holmes, hasta ahora un desconocido en su propia tierra. Dirige el Partido Independentista del Reino Unido y los tres asientos que ha conseguido en Estrasburgo, un hecho histórico, se deben en su opinión a algo muy simple. Promover la desaparición de la libra a favor del euro es un mensaje que "chirría por todas partes". En Millbank, sede del partido laborista, un número cada vez mayor de diputados cree que sólo el mencionado Peter Mandelson, puede devolverles la melodía de aprobación que ellos mismos admiten haberse acostumbrado a escuchar desde que llegaron al poder.

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