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Contra la abstención

El momento electoral es simultáneamente el recordatorio del lugar de residencia de la soberanía y el memento mori para quienes ocupan el poder e, incluso, para quienes concurren a las elecciones desde la oposición. El momento electoral es el momento de la igualdad. Es el único momento en la vida del ser humano en el que tiene vigencia de manera real y efectiva el princpio de igualdad. En el acto de la votación se produce la cancelación de nuestra individualidad. Todos, sin excepción, pasamos a ser fracciones anónimas absolutamente idénticas de un cuerpo electoral único que pronuncia la voluntad general. En el acto de la votación son millones de individuos los que se pronuncian. Pero habla un cuerpo electoral único que constituye la voluntad general. El voto es lo único que no se puede personalizar. La personalización del voto comporta su nulidad. Por eso el ejercicio del derecho de sufragio resulta tan poco atractivo. Tener que optar por un programa de un partido, sin poder expresar la más mínima reserva y por una lista de un partido, sin poder introducir el más mínimo cambio, no resulta nada interesante. El ejercicio del derecho al sufragio no es atractivo. Es práctico. Es útil. En el momento de la cancelación de nuestra individualidad en el acto de la votación, descansa nuestra condición de ciudadanos, es decir, de individuos políticamente iguales y titulares, por tanto, de derechos fundamentales. En el ejercicio del derecho de sufragio, no en el derecho de sufragio, se fundamenta la titularidad de los derechos fundamentales, que nos permiten autodeterminar nuestra conducta todo el tiempo que no estamos votando, es decir, prácticamente todo el tiempo. Por eso no entiendo muy bien que haya ciudadanos que alardeen de que no participan en las elecciones, de que se abstienen de votar. Pueden ejercer sus derechos y no acabar perdiendo la titularidad de los mismos porque los demás votamos. Somos los demás los que con la participación electoral, con la cancelación de nuestra individualidad en el acto de la votación, a fin de constituir la voluntad general, los que les estamos garantizando que ellos vayan a poder ejercelos en las mismas condiciones que nosostros. En el abstencionismo electoral hay, pues, un componente parasitario. El ciudadano que se abstiene está en su derecho a hacerlo, pero debe saber que no está jugando limpio, que se beneficia de una situación que tiene que ser sostenida por los demás. El acto de la votación es el momento de la igualdad, el momento de la formación de la voluntad general, sin la cual ni los derechos fundamentales ni la organización constitucional de los poderes son intelectualmente pensables y técnicamente organizables. Es simultáneamente el momento de decir sí a un modelo de convivencia y si o no a una determinada forma de ejercer el poder o de hacer oposición.Nada más pero también nada menos.JAVIER PÉREZ ROYO

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