Europa y Günter Grass
JOSÉ MANUEL ALONSO Europa está en nuestra mente, en nuestros sueños y bolsillos; y también, estos días, en los campos de refugiados y en las urnas. Europa está en la historia y en la literatura. Europa, "amada y denostada, tramposa y mitológica", estuvo en Unamuno, ahora vilipendiado porque sigue siendo referencia de España; y Europa, "inmersa y atrapada en su historia, crisol de culturas", está en Günter Grass, ahora premiado con el Príncipe de Asturias de las Letras, porque sigue siendo referencia de Alemania y "porque su obra constituye un servicio apasionado a los valores de la libertad y de la defensa de los débiles". Se ha llegado a decir que en Günter Grass está la reencarnación de Miguel de Unamuno, y no sólo porque no le gusta que las cosas ocurran como ocurren y lo diga con aire gruñón e insatisfecho, o porque Grass, como Unamuno, enseñe que "la riqueza cultural procede de la diversidad", sino también porque en ambos permanece Europa. Así lo recordaba hace unos meses Félix Maraña al presentar su obra Unamuno, a la intemperie. Recoge en el libro que Günter Grass escribía en 1992: "Europa se enfrenta a una época crucial en la que sólo su capacidad de asimilación democrática de culturas constituye una garantía de futuro, y esto deberían comprenderlo sus dirigentes, a los que pensadores de la talla de Miguel de Unamuno podían servir como guía. Los europeos necesitan a escritores como Unamuno, dotados de una gran intensidad reflexiva, no desprovista a la vez de ironía, y poseedores de una veta filosófica desde la que es posible afrontar las lacras y los desvelos humanos. Unamuno invita a pensar, es un ilustrado en cuanto a la necesidad de clarificar las ideas e introduce elementos de amplitud didáctica en la literatura". No es de extrañar que, por todas estas y otras múltiples coincidencias entre el escritor alemán y el vasco, la Asociación de Amigos de Unamuno esté tratando de traer a Günter Grass a Bilbao y que cuente para ello, ahora mismo, con el apoyo de muchos.
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