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El voto heroico JULIO SEOANE

Hoy sábado, los votantes valencianos tienen todos los poderes, pueden decidir lo que quieran, la voluntad social y política es toda suya. Mañana hay que trabajar, hay que elegir, mañana delegamos parte de nuestros deseos y de nuestras metas en unos representantes, delegamos en otros. La fiesta es hoy, la vieja y auténtica soberanía popular se saborea hoy, mañana la ponemos en acción, actuamos para poder exigir en el futuro. Si aceptamos la moda actual de festejar casi todo, de conmemorar cosas importantes en un día concreto, entonces hoy es el día del votante, el día que en que el ciudadano tiene intacto todo su poder democrático. Mañana es la otra festividad democrática, es la fiesta del representante. Pero eso es mañana. Hoy, no mañana, es un día de reflexión, un tiempo en el que no se puede hacer propaganda partidista, tiempo de silencio para los políticos y un momento de serenidad para que el ciudadano olvide un poco los últimos acontecimientos y los primeros también, unos instantes de suave y dulce amnesia que nos permita volver a reconocer lo que realmente queremos y deseamos. Aunque, por otro lado, hay que admitir que son muy pocos, casi nadie, los que todavía no tienen decidido el voto. Otra cosa es actuar mañana, hacer efectiva la decisión, llevar hasta el final nuestra opinión. Parece inevitable pensar que la reflexión de hoy es más adecuada para los políticos que para los ciudadanos, para que mediten un poco sobre lo que han hecho y sobre lo que han dicho, sobre todo en los últimos días. Aquellos que se sonrojen, que conserven todavía esa capacidad, pueden ser parte de nuestras esperanzas. El resto, que nos representen poco. Que no nos diga nadie que acertamos o que nos equivocamos en nuestra elección de mañana. Nuestra decisión es soberana y no entra en el ámbito de la verdad o el error. Decidimos lo que queremos. Los que aciertan o se equivocan, los que dicen la verdad o mienten de aquí en adelante son los representantes elegidos. Todos ellos tienen la responsabilidad de cumplir con sus compromisos, unos gobernando, otros controlando al gobierno y todos trabajando en el lugar que les corresponde para garantizar un futuro adecuado al modelo de sociedad que deseamos. Pasaron ya los tiempos en que las enormes diferencias en preparación y habilidades sociales entre representantes y representados obligaba a delegar a ciegas nuestra voluntad durante cuatro años. Esas diferencias son ahora prácticamente inexistentes en la mayor parte de los casos, y eso cuando no ocurre que el saldo está a favor del ciudadano. En consecuencia, la representatividad es actualmente más un préstamo a corto plazo que una delegación incondicional. Tenemos que negarnos a esperar cuatro años para valorar lo que está ocurriendo en nuestra sociedad. A partir del día 14, tomadas ya las decisiones oportunas, tenemos que vigilar, exigir, presionar y actuar para que se cumplan los planes acordados y que nuestras ciudades y pueblos tengan una mejor calidad humana de vida. Tenemos que conseguir una sociedad y una democracia de mejor calidad, o de lo contrario sentiremos las represalias del nuevo siglo. También es ésta una fecha adecuada para ensalzar las características heroicas del votante de finales de siglo. Manoseado por las encuestas, confundido con la opinión pública, y deseado por los poderes comunes y los intereses privados, el último votante acepta sus obligaciones con una dignidad mayor de la que se podía esperar. Mientras los padres actuales de Europa pretenden encoger al Estado más allá de cualquier ficción cinematográfica, el votante actual tiene que pensar en cómo soportar la angustia del futuro, cómo mantener su sueldo, en cuidar la salud, en informarse para entender lo que pasa a su alrededor. Realmente, es un voto necesario, imprescindible, pero también heroico. Hoy sábado, tenemos todos los poderes. Y a partir de mañana debemos protagonizar activamente el desarrollo y control de nuestros objetivos.

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