¿Cooperación democrática o nacionalismo?
"Un pueblo convencido de que cada ser humano es un fin en sí mismo, que no puede ser tratado como un simple medio, sitúa en un lugar muy secundario al aprecio a la etnia, a la diferencia cultural o ideológica, a las heridas históricas, no digamos la estupidez del Rh o la medida de los cráneos". "El diálogo es el mejor medio para resolver las discrepancias, siempre que no se celebre sobre el trasfondo miserable del chantaje de los violentos" (Adela Cortina: Ética sin alternativa, EL PAÍS, 29-5-99)."Los pueblos podrían haber intentado construir sus destinos compartiendo las cosas unos con otros; pero no, siempre triunfó el deseo de aplastar al vecino. La historia de la humanidad es paranoica" (Rosa Montero: El perdón, EL PAÍS, 1-6-99).
Aldabonazos de lucidez como estos claman por el amor a la vida humana en su infinita multiplicidad de formas y nos ayudan a comprender que tanto el crecimiento personal como el de la colectividad nos exige cortar ese cordón umbilical que nos ata al engañoso culto del ombligo tribal, sobre todo cuando se presenta tras uno de esos honorables títulos de Pueblo, Patria o Nación con el que tanto gustan parapetarse esos narcisismos colectivos que son los nacionalismos y patriotismos de toda laya.
Aprender a hacer ver a nuestro ego, ese pequeño Narciso que todos llevamos dentro, que la prioridad de la cooperación, al Pasa a la página siguiente Viene de la página anterior implicar un proceso de reconocimiento del valor que los unos como los otros tienen para cada cual y que la hace incompatible con el cultivo de los antagonismos de banderas patrias entre ellos y nosotros, los nuestros y los de fuera, es el gran reto que nuestra sociedad debiera afrontar en su quehacer educativo si queremos salvar la cultura democrática y, con ella, salvarnos nosotros como personas.-
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