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¿Se retira ETA?

Si el Constitucional anula la condena de la dirección de HB, tal vez la puesta en libertad de sus 23 miembros dé a ETA la ocasión que cree necesitar para convertir el alto el fuego en definitivo.Ésta es una hipótesis optimista, no avalada por la visión que ETA tiene de sí misma, según se desprende de los escritos internos conocidos estos días. Pero el alto el fuego ha desencadenado dinámicas no previstas por quienes lo decidieron. Seguramente pensaban en una suspensión temporal de la violencia, como la del IRA en 1994; pero la firma del pacto de legislatura entre EH y los demás nacionalistas dificulta objetivamente una vuelta a los atentados. El compromiso de actuar por vías exclusivamente políticas que se incluye en ese pacto es un síntoma evidente del repliegue de ETA: algo impensable sin la dinámica abierta por la movilización que siguió al asesinato, en 1997, de Miguel Ángel Blanco (y el temor a perderlo todo que esa movilización provocó en el nacionalismo vasco).

El frente nacionalista no ha renunciado del todo a mantener la amenaza latente, pero cada día que pasa es más difícil el regreso efectivo de ETA. Ése es el principal argumento para sostener que se ha pasado de un grave problema de terrorismo a un gravísimo problema político: el de que los nacionalistas quieren llevar a los vascos, con el pretexto de evitar la vuelta de ETA, a donde la mayoría de ellos no quiere ir. Pero ése es ya otro problema. La hipótesis optimista incluye también el pronóstico de que a medida que se aleje en el tiempo el recuerdo de los atentados, la fuerza coactiva del nacionalismo amainará. Ese pronóstico no se ha verificado por el momento. Pero, incluso si sus jefes todavía no lo saben, ETA está ya de retirada.

Pronto se cumplirán 40 años desde su fundación, el 31 de julio de 1959. La elección de la fecha, día de San Ignacio, indica una clara voluntad de continuidad con el PNV de Arana, nacido el mismo día de 1895. Acaba de publicarse un libro de José Antonio Echebarrieta, primer teorizador de la vía armada que acabaría asumiendo ETA. Falleció en 1973, cinco años después de que su hermano menor, Txabi, fuera el primer etarra en matar y el primero en morir. El libro, escrito a mediados de los sesenta, pero inédito hasta ahora, es una historia crítica del nacionalismo desde la perspectiva de la disidencia independentista del PNV: los sectores que el autor llama abstencionistas, por oposición a la linea oficial intervencionista (en la política española).

El repudio de toda estrategia conjunta con la oposición antifranquista y, en general, el rechazo de cualquier pacto con las fuerzas no nacionalistas era la conclusión de Echebarrieta, que ETA haría suya en la Quinta Asamblea (1966-67). Pronto, sin embargo, surgieron sectores que matizaron ese planteamiento y trataron de dar un contenido (antifranquista, luego izquierdista) a la afirmación nacionalista.

Es curioso que el rechazo a la alianza con los españoles se haya convertido ahora en prácticamente la única referencia política de ETA. En sus últimos escritos y declaraciones ha desaparecido cualquier contenido izquierdista. Sólo queda la afirmación del marco, Euskal Herria, y la genérica invocación a la "construcción nacional"como metáfora de la unidad nacionalista.

Ante la dificultad de ponerse de acuerdo sobre el pasado (justificación del terrorismo, aceptación de la autonomía), esa unidad se funda en el compromiso de apoyar lo que los vascos puedan decidir en el futuro. Como ha recordado el diputado nacionalista Joseba Arregi, ese acuerdo implica pasar por encima de lo que los vascos ya han decidido: la autonomía como marco de convivencia entre los nacionalistas y quienes no comparten esa emoción.

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Pero la retórica de la construcción nacional recuerda algunos debates de los 60: "Hagamos primero la casa y ya veremos luego de qué color la pintamos". El escritor Luciano Rincón, que esta semana habría cumplido 68 años -murió en 1993-, contestó en un artículo escrito en la cárcel de Segovia y que publicó en París Cuadernos de Ruedo Ibérico que no podía haber un zapato que no fuera del pie derecho o del izquierdo, que fuera sólo zapato. Así eran entonces los debates, muy metafóricos.

(París, 1959: el 3 de junio, hoy hace 40 años, se estrenó Los 400 golpes, el filme de François Truffaut que acababa de ser premiado en Cannes. Quienes entonces tenían la edad de su protagonista, Antoine Doinel, no habrán olvidado la emoción de la fuga para descubrir el mar).

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